Tienes miedo, lo sé, sufres por amor y lo percibo; lo has dado todo y
nada te queda sino el olvido; se quemaron tus ilusiones en la hoguera
de la pena; se trenzaron, a tu alrededor, barrotes con los hilos del
dolor; la soledad te envuelve con su negrura…
Que no te preocupe
el día siguiente, ni te quedes en el ayer, vive cada instante como si
fuera un bello amanecer. Siente el corazón ardiente, radiando ondas de
puro amor, queriendo a cada instante, y deseando con fervor, al familiar
o al amigo, al que te mira y al que transita a tu lado. Y así,
renacerás cada día, impregnada de sentir, queriendo que tu guía sea el
verbo unir: las palabras, las miradas y hasta las ilusiones.
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