Rafa había entrado en su vida con placidez, le conoció durante un fin de semana que dedicó a hacer senderismo, se lo presentó una amiga común mientras caminaban la primera jornada. A partir de ese momento se hicieron inseparables y caminaban y hablaban sin cesar, contándose anécdotas de todo tipo, hablando sobre sus gustos y aficiones, amores pasados, trabajo, familia… Quedaron otro fin de semana, ellos solos, para recorrer otros caminos y continuar con ese conocimiento mutuo que aporta las charlas interminables, sin aburrimiento y sin urgencias.
Cuando Rafa la besó por primera vez sintió que nunca antes la habían
besado igual, con una ternura infinita, con una dedicación absoluta,
resultando un beso imborrable que la marcó muy profundo en el corazón.
Cuando esa noche hicieron el amor, María experimentó, por primera vez en
su vida, lo que era la entrega total, el placer compartido sin trabas
ni egoísmos, la dedicación al otro por encima de uno mismo y, cuando
después el sueño la empezó a vencer, supo que su vida tomaba allí un
nuevo rumbo, como el que experimenta un barco que ha permanecido mucho
tiempo en aguas calmas, sin moverse, y una racha de un intenso viento
infla sus velas y lo empuja con fuerza y decisión surcando a gran
velocidad ola tras ola.
Desde entonces, intentó sacar tiempo, de donde no tenía, para hacer escapadas fugaces de horas, pasar días alocados y algún fin de semana de “senderismo”, siempre al encuentro de Rafa, pero, sobre todo, en busca de ternura, anhelando su sonrisa eterna, su mirada intensa de hombre entregado, su pasión a veces desbordada y otras controlada.
Ahora debía tomar una decisión: lanzarse al vacío e iniciar una nueva vida junto a Rafa o continuar con la que tenía, con sus dos hijos y con su marido, una buena persona y buen compañero, pero hacía mucho tiempo que entre ellos se había agotado el amor y la pasión, quedando en una relación cómoda, sin sobresaltos, en la que permanecía el cariño.
Percibió a lo lejos una figura que, andando por la playa, caminaba en su dirección. Estaba a contraluz y no podía distinguir sus facciones, pero el andar y la figura eran tan idénticas a las de Rafa que debía y tenía que ser él, su corazón se desbocó oprimiéndole el pecho, se levantó y decidió esperar hasta que la figura fuera totalmente visible.
Fuese o no fuese Rafa, el que caminaba hacia ella, ya había tomado su decisión…
Desde entonces, intentó sacar tiempo, de donde no tenía, para hacer escapadas fugaces de horas, pasar días alocados y algún fin de semana de “senderismo”, siempre al encuentro de Rafa, pero, sobre todo, en busca de ternura, anhelando su sonrisa eterna, su mirada intensa de hombre entregado, su pasión a veces desbordada y otras controlada.
Ahora debía tomar una decisión: lanzarse al vacío e iniciar una nueva vida junto a Rafa o continuar con la que tenía, con sus dos hijos y con su marido, una buena persona y buen compañero, pero hacía mucho tiempo que entre ellos se había agotado el amor y la pasión, quedando en una relación cómoda, sin sobresaltos, en la que permanecía el cariño.
Percibió a lo lejos una figura que, andando por la playa, caminaba en su dirección. Estaba a contraluz y no podía distinguir sus facciones, pero el andar y la figura eran tan idénticas a las de Rafa que debía y tenía que ser él, su corazón se desbocó oprimiéndole el pecho, se levantó y decidió esperar hasta que la figura fuera totalmente visible.
Fuese o no fuese Rafa, el que caminaba hacia ella, ya había tomado su decisión…
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