El vino de la esperanza en nuestra copa degustamos, mientras nos reímos
del infortunio, en sus múltiples realidades, que en cada esquina se
agazapa para asustarnos; después, nuestros pasos se dirigen, mientras
desgranamos el tiempo que nos hemos disfrutado, por la calle del
esfuerzo, a la plaza de la entrega; las luces de las farolas, con forma
de ilusión, alargan nuestras sombras, unas veces hacia el pasado y, las
más, hacia el futuro deseado; el sonido de nuestros pasos no denota
urgencia, resuena firme sobre el empedrado de las emociones y el eco,
como si fuera Cupido, de las paredes cercanas, teñidas de sentimientos,
lo redoblan como si fuésemos muchos los que andamos cogidos de la mano y
nos miramos…, nos sentimos, nos abrazamos y nos besamos…
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