Tengo frente a mí un árbol con dos ramas. Esta
primavera, en una de ellas no ha brotado hoja alguna, en la otra sí. La
mutilación, que llaman poda, a la que se ven sometidos los árboles
urbanos es tan brutal que el fenómeno no se hace extraño.
En muchas personas ocurre algo muy similar. Todos tenemos dos ramas: la
emocional y la intelectual, que, con mejor o peor suerte, sabemos
conjugar, complementándose. Pero la vida es tan dura que en bastantes
ocasiones recibimos “podas” que hacen que nuestro lado emocional quede
dañado, cuando no destruido.
Grandes desamores por: traiciones,
engaños, simulaciones, intereses… , dejan el alma inane, sin ganas de
volver a sentir aquello que tantas veces engrandece al ser humano: el
amor. Nos volvemos pragmáticos, descreídos, escépticos… con todo lo
concerniente a la vida sentimental, nos recubrimos, para protegernos, de
un barniz impermeable a una dulce sonrisa y a unas palabras dulces, se
nos endurece el corazón y vagamos por el mundo haciendo gala de ese “de
esta agua no beberé”
Imposible no es, algo difícil sí, que esa
rama vuelva a brotar esplendorosa. Nos decimos que así estamos mejor,
sin sufrir, que eso es muy bonito pero que siempre daña y dentro, muy
dentro, de nosotros ansiamos volver a sentirnos así. Se nos olvida que
tanto tiempo como estemos “podados” tanto será en el que no disfrutemos
de una mirada cómplice, de un beso “eléctrico”, de ilusiones,
taquicardias y noches en vela pensando en el otro.
Cada cual es cada uno y cada uno es libre de hacer con su vida lo que quiera, sólo os pido que reflexionéis:
¿Es mayor el sufrimiento del desamor que el de tanto tiempo sin tener amor?
¿Vuestro equilibrio interior, sin amor, es real o de cara a la galería?
¿Por qué dejar esa rama seca?
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