Culpable soy de quererte, culpable y sin pena.
Ningún jurado me absolvería si mi delito fuera amarte, ni habría
cárcel, ni cadena, que mi locura detendría.
Si preso estuviera, y
soledad la condena, a mi alma nada sujetaría para volar a tu vera.
Culpable soy de quererte y sin quererte pena me daría.
Tu seductora mirada me atrapa,
tu dulce sonrisa me derrite,
tu gestualidad me encanta,
tu andar sensual me pierde,
tu vitalidad extrema me guía,
tu determinación me sostiene,
tus palabras me hipnotizan,
tus caderas me hacen vibrar,
tus caricias me colman,
tus mejillas me tientan,
tus labios me dan locura,
tus deseos... míos son.
Tu ser me encandila!
Duermo y, plácido, te sueño,
despierto y te sigo soñando,
como si estuvieras a mi lado,
como si durmieras a mí pegada.
Tu piel me reconforta,
pero mucho más tu mirada.
Te vas y noto ya tu ausencia,
y ausencia será mi alma,
anclada a ti como la vida
y sin ti adormilada.
Tu piel me reconforta,
pero mucho más tu mirada.
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Mariló sube al tren de cercanías en Atocha.
Alta, delgada, bien proporcionada y vestida, como va, de azafata llama
la atención y diversas miradas se dirigen a ella, sobre todo masculinas,
pudiendo ser calificada como mujer 10. Para un observador
minucioso el panorama cambia sustancialmente si se atiene a esos rasgos
tan distintivos que suministra la piel de una mujer que ya ha pasado,
sobradamente, los 40.
Hay algo que la define aún más y es su
rostro: tan anguloso, debido a la delgadez, que parece tallado en
mármol; de una rigidez seria tal que echaría para atrás al humorista más
templado intentado sacarle una sonrisa; sus ojos azul claro son bellos,
pero afianzan la frialdad del conjunto; sin apenas arrugas, si
exceptuamos unas ligeras líneas en la comisura de sus labios, transmite
una vida intensa, llena de experiencias.
Desde joven fue
admirada por su belleza, de la cual empezó a sacar partido rápidamente,
se hizo azafata y viajó por todo el mundo, todos los hombres la querían
para sí y la colmaban de regalos, detalles y atenciones. Durante muchos
años fue muy selectiva con el sexo opuesto, primando juventud y belleza,
para, posteriormente, elegir madurez y cuenta corriente. En ningún
momento pensó en formar una familia, estaba muy ocupada con su trabajo y
su vida amorosa como para abandonar por unos hijos que, en el mejor de
los casos, destrozarían su cuerpo.
Cuando llegó a los 40 su
mundo se derrumbó, primero la pasaron a azafata en tierra, para ir poco a
poco relegándola hasta ocupar un diminuto cuchitril y hacerse cargo de
unas tediosas tareas administrativas. Los hombres con dinero ya no se
fijaban en ella y los que lo hacían sólo querían contacto sexual
esporádico.
El carácter se le fue agriando y con él crecieron
los problemas con el sexo opuesto. Ahora, hacía mucho tiempo que ya no
deseaba estar con babosos que nada le aportaban emocionalmente, gente
aburrida y pretenciosa, gimnastas y ególatras sexuales…
Mariló
coge su móvil y marca llamada sobre el rostro de una mujer, de mediana
edad, algo rellenita y, cuando al otro lado descuelgan, ella dice: “Hola
mi amor, ¿qué tal la mañana?”… ¿qué has hecho hoy para comer?... Sí, ya
estoy llegando, en 10 minutos estoy contigo y te daré un beso lleno de
deseo”…
El tren de cercanías para en la estación de La Garena y
Mariló se baja, camina con paso decidido hacia el aparcamiento,
mostrando en su rostro una sonrisa dulce y sensual, de las que sólo se
tienen cuando se está enamorado.
Anoche soñé que yo te perdía
y mi corazón dejaba de latir,
el mundo oscuro se me volvía
y me quedaba sin ganas de vivir.
Desperté así de sudor cubierto,
temblando quedaba de emoción,
al ver que ya estaba despierto
y que era todo una ilusión.
Cuando el temor se desvanece,
y yo quedo tranquilo y sereno,
mi alma vuela y se engrandece.
Eres mi vida y me haces pleno,
y en mí la duda desaparece,
si para tus ojos parezco bueno.
Cada día te descubro como si fueras un misterio,
archivo cada gesto y cada palabra atesorada,
me exalto de pasión, salto y rio sin criterio
por el matiz descubierto o por la mirada descifrada.
Porque deseo saberte casi de carrerilla…
¿Será esto amor o enamorado soy sin saberme la cartilla?
Te sueño y de tanto soñarte la realidad se me escapa o será que tu visión siempre me atrapa.
Te pienso y de tanto pensarte llega la locura o será la pasión que me despierta tu figura.
Te miro y de tanto mirarte la visión se me ciega o será el intenso deseo que me desasosiega.
Te amo y de tanto amarte tu ausencia me ahoga o será que mi corazón por el tuyo aboga.
Te siento y de tanto sentirte pierdo el sentido o será que el niño malaje era Cupido.
Paula sufrió, durante años, la incomprensión
de cuantos la rodeaban, estaba inmersa en una vida de desprecio y
maltrato por parte de su marido y no sabía cómo salir de ella, todos la
decían que aguantara, que vendría tiempos mejores, que era
su marido y a él se debía… Hasta que un día que se encontraba llorando,
sentada en un banco del parque, se le acercó Arturo y le preguntó si
podía ayudarla. Hablaron durante horas y allí se fraguó la mejor amistad
que Paula pudo soñar.
Teresa nunca había conocido lo que era
enamorarse, tuvo ilusiones adolescentes, vivencias juveniles y diversas
parejas en las décadas siguientes, por ellas sintió aprecio y bastante
cariño, lo cual le resultaba suficiente y la colocaba en una situación
inmejorable cuando la pasión abandonaba la relación para ella también
abandonar sin sentir un gran desapego, sin sufrir por desamor. Ahora
había conocido a Diego, no sabía cómo había ocurrido, no podía decir
nada especial sobre su físico o su inteligencia, nada que lo
diferenciara de los hombres que hasta ahora había conocido, pero, a
pesar de todo, se había enamorado, suspiraba por él, ansiaba estar a su
lado, necesitaba de su mirada y sus caricias como nunca antes lo había
necesitado, se sentía feliz, plena.
Laura contaba las horas y
los minutos que quedaban para conectarse al chat y poder hablar con
Nicolás. Su vida había sido, hasta el momento, un mero transitar, desde
pequeña ningún hombre se fijó en ella, nada atractiva y con bastantes
kilos de más, se sentía apartada y despreciada por todos, así que pronto
aprendió que su único valor era ella misma, estudió, trabajó y disfrutó
de los pequeños placeres que da la vida, sin desear querer o se
querida. Desde que conoció a Carlos su vida adquirió otro sentido, por
ahora sólo era un personaje virtual al que encontró en un chat, con el
que pasaba horas y horas charlando sobre cualquier cosa, le llenaba
tanto que había empezado a cuidarse, hacía dieta y deporte, se compraba
cremas y potingues y ropa nueva, tenía la gran esperanza de que cuando
se encontraran en la vida real Carlos se quedaría prendado de ella y
serían felices.
Vicente se sentía el hombre más afortunado y,
también, el más desgraciado del mundo, había conocido el amor, la
entrega, el cariño, la amistad… pero no estaba completo, ya que cada una
de esas experiencias no eran totalmente de él, eran de Arturo, de Diego
y de Carlos… que eran él y a la vez eran otros. Amaba a Paula, adoraba a
Teresa y necesitaba a Laura… así que no tenía otro remedio que ser los
otros, tener cuidado y disfrutar de la vida con sus tres mujeres, las
mujeres de su vida.
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Anoche, saboreando la calma que ansía toda
alma, miraba en el estanque la luna reflejada y sólo veía tu mirada,
cuando dijiste… te quiero.
Meses han pasado,
quizás unos días,
desde que dijiste
que sí me querías.
Mi cuerpo temblaba de ternura y mi corazón, de emoción poblado, cual rio estaba desbordado, embargado… por la locura.
Meses han pasado,
quizás unos días,
desde que dijiste
que tú me querías.
Me abrazaste con fervor, como quien abraza un tesoro, te abracé sin temor, casi sin decoro, y en mis ojos… una lágrima de amor.
Meses han pasado,
quizás unos días,
desde que dijiste
que a mí me querías.
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Cuando os hablé de enamorarse después de los
40 finalizaba diciendo “Estamos más y mejor preparados tanto para lo
bueno como para lo malo”
Desde la psicología se aborda ese “estar preparado para lo malo” con el concepto «Resiliencia» que se
define como la capacidad que tenemos para sobreponernos a situaciones
adversas o a periodos de dolor emocional. En lenguaje más coloquial este
concepto se corresponde aproximadamente con el de “entereza”. Esa
capacidad es innata en el ser humano, ya que se observan altos grados de
resiliencia en niños muy pequeños sometidos a situaciones adversas,
pero no cabe duda que esta capacidad se va incrementando con el
aprendizaje.
El dolor emocional que produce la ruptura de una
relación en la que habíamos puesto todo nuestro “ser emotivo”, amando al
otro, es muy intenso y llega a provocar verdaderas catástrofes en
nuestro corazón y mente. Tendremos momentos de ira, de desesperación y
de depresión, pasaremos fases de melancolía con grandes dosis de
tristeza y enormes deseos de volver.
Todos conocemos las cinco
fases en las que se divide el proceso de una ruptura: negación, ira,
negociación, tristeza y aceptación.
Una persona resiliente
tiene más posibilidades de resistir, adaptarse y fortalecerse ante este
tipo de situaciones. Su éxito se basa en la creencia de que uno puede
influir en lo que sucede a su alrededor y que se aprende de toda
experiencia, teniendo clara la existencia de un propósito significativo
en la vida, utilizando el apoyo social del que dispone a su alrededor
comunicando sus sentimientos de manera adecuada, mostrando una mente
abierta y receptiva a nuevas ideas, con independencia de pensamiento
pero con una gran habilidad para dar y recibir en las relaciones con los
demás y que, con su sentido de la responsabilidad, siendo
disciplinados, soñadores y con alto sentido del humor pueden tolerar ese
sufrimiento y así revertir lo negativo en positivo más rápidamente.
Cada uno de nosotros poseemos estas características en mayor o menor
grado y no me cabe la menor duda de que si realizamos un trabajo
correcto de introspección sabremos aprovechar y potenciar mejor nuestras
capacidades y salir antes y más fortalecidos de un desengaño amoroso.
Como dice una sabia brujilla que conozco:
“Porque tú lo vales…”