Ya hemos consumido 68 días de este año, desde
el primer día del mismo nos propusimos nuevos retos, creamos ilusiones y
nos dijimos que, esta vez sí, cumpliríamos algunos. Ha llegado el
anuncio de la primavera, hemos tenido unos días cálidos
que nos han sacado del letargo invernal y que nos han animado a
desempolvar esos proyectos no iniciados todavía: dejar de fumar, ser más
constantes, ilusionar a nuestra pareja, encontrar a esa persona que nos
llene, tener trabajo, hacer ejercicio… y en el horizonte tenemos las
primeras vacaciones, las de Semana Santa.
Si pudiéramos poner
esas 68 oportunidades en grupos evaluables desde el muy deficiente al
excelente, la mayoría, con suerte, se quedarían en el grupo de
“suficiente”, ya que, como todo sistema, tendemos al equilibrio,
procuramos no instalarnos en los extremos: en el caso del notable al
excelente porque para ello las energías y el tiempo que tenemos que
dedicar nos echan para atrás; en el caso del deficiente al muy
deficiente por lo mal que acabamos sintiéndonos. Nos amoldamos a
rutinas, a la estabilidad, a todo aquello que nos facilita no tener
sobresaltos. No digo que esto, en sí mismo, se malo, pero creo que no
ponemos el suficiente empeño, ganas, actitud, trabajo… en mejorar
nuestro entorno.
Cuando se acerca la primavera, año tras año,
acude a nosotros la “temperatia” del clima, el equilibrio entre lo
cálido y lo frío y nosotros buscamos la “templanza”, el equilibrio o la
armonía interna y nos repetimos que la moderación nos procura
equilibrio.
Después de estos 68 días nos podríamos preguntar:
¿Cuántas veces hemos hecho un regalo “porque sí”?
¿Cuántos poemas o historias hemos recitado o contado para sacar una sonrisa o una mirada ilusión?
¿Cuántas veces hemos halagado a nuestros seres queridos?
¿Cuántas visitas inesperadas hemos realizado?
¿Cuántas veces hemos repartido cariño desinteresado?
¿Cuántas miradas de complicidad hemos puesto?
…
Nuestro entorno y el caos de la vida diaria ya se encargan de
proporcionarnos, sin pedirlo, el malestar suficiente. El bienestar es
más arduo y trabajoso, hay que dedicarle muchas energías, pero si no lo
hacemos nosotros nadie nos lo va a hacer.
Trabajemos la
templanza, sí, pero en base a dar: sonrisas, besos, caricias, sorpresas,
halagos, amor, seguridad, apoyo, compañía… y nuestro próximo periodo
podremos calificarlo como notable o excelente o ¿no os gusta “progresar
adecuadamente”?
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