lunes, 10 de marzo de 2014

Progresar adecuadamente

Ya hemos consumido 68 días de este año, desde el primer día del mismo nos propusimos nuevos retos, creamos ilusiones y nos dijimos que, esta vez sí, cumpliríamos algunos. Ha llegado el anuncio de la primavera, hemos tenido unos días cálidos que nos han sacado del letargo invernal y que nos han animado a desempolvar esos proyectos no iniciados todavía: dejar de fumar, ser más constantes, ilusionar a nuestra pareja, encontrar a esa persona que nos llene, tener trabajo, hacer ejercicio… y en el horizonte tenemos las primeras vacaciones, las de Semana Santa.

Si pudiéramos poner esas 68 oportunidades en grupos evaluables desde el muy deficiente al excelente, la mayoría, con suerte, se quedarían en el grupo de “suficiente”, ya que, como todo sistema, tendemos al equilibrio, procuramos no instalarnos en los extremos: en el caso del notable al excelente porque para ello las energías y el tiempo que tenemos que dedicar nos echan para atrás; en el caso del deficiente al muy deficiente por lo mal que acabamos sintiéndonos. Nos amoldamos a rutinas, a la estabilidad, a todo aquello que nos facilita no tener sobresaltos. No digo que esto, en sí mismo, se malo, pero creo que no ponemos el suficiente empeño, ganas, actitud, trabajo… en mejorar nuestro entorno.

Cuando se acerca la primavera, año tras año, acude a nosotros la “temperatia” del clima, el equilibrio entre lo cálido y lo frío y nosotros buscamos la “templanza”, el equilibrio o la armonía interna y nos repetimos que la moderación nos procura equilibrio.

Después de estos 68 días nos podríamos preguntar:

¿Cuántas veces hemos hecho un regalo “porque sí”?

¿Cuántos poemas o historias hemos recitado o contado para sacar una sonrisa o una mirada ilusión?

¿Cuántas veces hemos halagado a nuestros seres queridos?

¿Cuántas visitas inesperadas hemos realizado?

¿Cuántas veces hemos repartido cariño desinteresado?

¿Cuántas miradas de complicidad hemos puesto?



Nuestro entorno y el caos de la vida diaria ya se encargan de proporcionarnos, sin pedirlo, el malestar suficiente. El bienestar es más arduo y trabajoso, hay que dedicarle muchas energías, pero si no lo hacemos nosotros nadie nos lo va a hacer.

Trabajemos la templanza, sí, pero en base a dar: sonrisas, besos, caricias, sorpresas, halagos, amor, seguridad, apoyo, compañía… y nuestro próximo periodo podremos calificarlo como notable o excelente o ¿no os gusta “progresar adecuadamente”?


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