Reth, el Administrador Energético, dirige sus
pasos hacia las escaleras que conducen al siguiente nivel, mientras su
mente es un torbellino que se debate entre la desesperación y la
determinación, entre la angustia y la claridad, entre la soledad
y el bien común. Sabe, mejor que nadie en el mundo, cómo son las cosas y
qué poco puede hacer él o cualquier otro para cambiarlas, excepto lo
más radical.
Piensa en las grandes celebraciones que habrá hoy
para conmemorar la llegada del año 50 dGC (después de la Gran
Catástrofe). Lo que le lleva a recordar aquél fatídico día en el que,
siendo él sólo un niño, la humanidad se volvió loca o quizás sólo sus
dirigentes y estuvo a punto de la extinción. La crisis de Crimea
desembocó en locura colectiva tras los primeros lanzamientos de
artefactos nucleares, los hongos de las explosiones se sucedieron con
rapidez a todo lo ancho y largo del globo terráqueo, hasta que alguien
decidió utilizar como arma el virus H10MT, aniquilando miles de millones
de vidas y esperanzas en pocos días.
Sólo se salvaron las cien
mil personas que la clase dirigente decidió: ellos, sus familias,
técnicos, investigadores, médicos y todos aquellos que creyeron
necesarios para la supervivencia de la especie, pero, sobre todo, de
ellos mismos. Se suministraron bloqueantes del virus y se llenaron con
todos los supervivientes las naves espaciales que, tan convenientemente,
tenían ocultas, dejando la inhóspita y desolada Tierra atrás, para
instalarse en la Luna, en una colonia que llevaban décadas construyendo.
Los primeros años fueron duros, con grandes restricciones y un férreo
control, absolutamente dictatorial, por parte del Consejo y de sus
Unidades de Intervención. La creación del Traje Energético (TE) supuso
un gran avance, la escasez energética, hasta entonces, era la espada de
Damocles que gravitaba sobre sus cabezas. El TE generaba energía con
cada movimiento corporal y lo acumulaba hasta que, llegadas las horas de
descanso, lo conectabas a la instalación de absorción de energía,
pasando al gran acumulador de la colonia. Durante las horas de vigilia
el TE se encargaba de aleccionar a su portador con mensajes de audio
persuasivos: “Tu energía es vital para todos”, “Dar energía produce
felicidad”, “La humanidad depende de ti”. También, estos mensajes se
reproducían con letras de colores en el propio traje, significando cada
color el porcentaje almacenado por su propietario, para que los demás
lunáticos que se cruzaran supieran si eras buen ciudadano o no.
A raíz de la implantación obligatoria del traje, el control sobre todos
los individuos de la colonia fue total, desde Administración se sabía
en qué lugar de la colonia se encontraba cada persona, la carga útil y
varias cosas que no eran de dominio público: estado emocional, relación
con otras personas, conversaciones…
Según crecía la colonia las
necesidades energéticas se incrementaron y los porcentajes de carga
asignados crecieron sin cesar, sólo unos pocos privilegiados estaban
exentos de cuotas fijas. Para el resto de ciudadanos la actividad debía
ser constante, además del trabajo asignado según sus capacidades, se
asignaban horas de ejercicio físico intenso, siempre se debía estar en
movimiento, nadie podía pararse a charlar o descansar, todo se hacía
sobre la marcha.
El suceso más relevante en la vida de la
colonia se produjo en el año 40 dGC. Sólo un reducido grupo tuvo
conocimiento de que el seguimiento que se hacía de los niveles de
radiación y habitabilidad de la Tierra mostró que, en la mayor parte del
planeta, se daban las condiciones necesarias para poder volver. El
Consejo determinó que ellos y sus familias, en aras del bien común,
serían los primeros en regresar y que cuando estuvieran seguros de que
todo iría bien se procedería a la evacuación general de la colonia.
Las naves partieron y, desde entonces, no se tenía noticia alguna de la
posible evacuación. Desde el mismo instante de su partida fueron
desconectados todos los aparatos que suministraban cualquier información
sobre la Tierra, el Consejo seguía dirigiendo la colonia desde allí,
adoptando cuantas decisiones eran necesarias, pero, sobre todo,
asegurándose que los suministros de energía desde la Luna fueran
regulares.
Reth acelera su paso, dominado por el nerviosismo,
hasta llegar a la compuerta con pantalla de seguridad, donde se
identifica con la voz y su rostro. Es, junto con su ayudante, la única
persona que ahora tiene autorización para acceder al módulo del gran
acumulador y al sistema de lanzamiento de módulos energéticos. Una vez
cerrada la compuerta a su espalda se dirige al módulo que está siendo
cargado y que será el próximo en lanzarse de forma automática hacia la
Tierra. Una vez abierto un panel lateral extrae con manos temblorosas de
su traje un pequeño dispositivo que inserta en el hueco, cerrando a
continuación el panel.
Retrocede unos pasos y aguarda a que el
módulo inicie el desplazamiento hasta el tubo de lanzamiento. Una vez en
el interior del tubo se cierra la compuerta y se produce el
lanzamiento. La gran llamarada que provoca la combustión del deuterio
ilumina la trayectoria del módulo. Su frente está perlada de sudor, los
labios apretados y todo su cuerpo en tensión, entonces se repite lo que
le ha costado tanto decidir –He hecho bien, el destino de la humanidad
está en mis manos, la colonia ahora estará a salvo de ese tumor que
siempre supuso la clase dirigente primero y el Consejo después- Tiene la
certeza absoluta de que en pocos semanas se pondrán en marcha los
nuevos generadores terrestres y la energía de la luna ya no les será
necesaria, con lo que el Consejo dejará abocada a la colonia a una lenta
agonía, sino deciden en el último momento una acción más radical
destruyéndola.
A continuación, extrae de su bolsillo una
antigua pistola de proyectiles y la acerca a su sien, sabe que no podría
vivir con la conciencia tranquila, que las pesadillas le atormentarían
siempre y que su forma de actuar y pensar había traspasado un límite que
no debería existir en la nueva humanidad que surgiría de la colonia. Su
mirada seguía atenta a la pantalla que mostraba la evolución de la
trayectoria del módulo energético, entrando ahora en la atmósfera
terrestre. Esperó a que el indicador de altitud del módulo marcó los
cinco mil metros, justo cuando el artefacto que incorporó en el módulo
se activó y dejó escapar a la atmósfera el virus H10MT modificado y del
cual, hasta el momento, no había cura, así que la muerte de todos los
hombres, mujeres y niños que ahora se encontraban en la Tierra era
inevitable en pocos días.
Entonces, aprieta el gatillo y el proyectil se aloja en su cabeza segándole la vida.
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