Perdido estaba en un mar de emociones,
levantado y tumbado por gigantescas olas de angustia, empapado y aterido
por el dolor, sujeto a la pequeña tabla del quizás.
En el horizonte algo se iluminó y hacia allí me dirigí con brazadas de coraje y bocanadas de esperanza, pero, a pesar del miedo a espejismos desoladores, con determinación.
Una ligera niebla de felicidad se va formando a mi alrededor, la palpo
con dedos nerviosos y sonrío; sonrío porque la veo a ella, en la barca
de mi salvación, me alzo con manos temblorosas ayudado por sus brazos
enérgicos y al tenerla cerca el mar se calma, las olas desaparecen,
dejando una superficie de tranquilidad.
La miro a los ojos y me
pierdo en su inmensidad y una voz, que parece provenir de su interior,
me dice: “No sucumbas a los deseos de esta mujer que puede ser tu
perdición”
Perdido estuve y me encontraste y, ahora, ya estoy
perdido… Perdido por ti, por tu amor, por tus ojos, por tus besos, por
tu belleza exterior y por tu interior belleza… Perdido en la felicidad
que me cubre como niebla densa y tu mano me dirige en ella.
Perdido estuve y ya estoy perdido...
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