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Todo empezó en mi más tierna infancia, cuando, con pocos meses, mi familia me llevó por primera vez al pueblo y allí, durante unos días, pasé a ser un objeto codiciado por las mujeres, primero por las de la familia, primas mayores y tías, después vecinas y demás. Era un bebé rollizo, rubito, con carita siempre sonriente y con una tierna, muy tierna, mirada. Cada mujer que me cogía en brazos sentía de forma casi automática la necesidad de besarme.
Con el paso de los años fui aprendiendo lo que se esperaba de mí, las miradas y gestos que eran necesarios para provocar esa necesidad y en ello me empeñaba. Con cinco años ya sabía agachar ligeramente la cabeza, juntar mis manos por delante, con timidez, y levantar levemente la mirada y así provocar ternura.
En la adolescencia mi avidez por ésta práctica se convirtió en algo enfermizo. El repertorio se fue ampliando con poesía, canciones, frases corteses y, como siempre, la mirada. Mi colección de besos “robados” experimentó un incremento exponencial. Todos y cada uno de los labios, frentes y caras que bese y todas las veces que fui besado representaban una nueva moneda que guardar en el cofre de mi tesoro. Mentalmente abro el cofre, cojo una moneda y allí está impresa la cara de una mujer, cada una distinta, preciada y preciosa, con infinidad de labios: carnosos, finos como pinceles, entreabiertos, de gesto adusto, rectilíneos, siempre sonrientes, tristes…
El cofre se llenó, y otro, y luego otro, hasta tener toda una cueva, tenuemente iluminada, donde descansan cientos de cofres repletos con mis monedas de besos.
Pensaréis, algunos, que soy un depravado o algo peor, pero no quisiera dar esa impresión. Durante largos periodos de tiempo he tenido relaciones estables y durante ellas mis robos evitan zonas prohibidas, siendo sólo para mi pareja, a la que beso y beso hasta la extenuación. Sí me permito robos menores: cara, frente, pelo, manos… y todas y cada una de las mujeres que voy conociendo pasan a ser deseo de un beso, que nunca es mecánico o formal, siempre va cargado de sentimiento y afecto.
Si eres mujer… ¿quieres o deseas que te robe un beso?
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