Al sol de Jaén nacieron
y crecidos por la tierra,
dura infancia tuvieron,
en el aire de la sierra.
De la aceituna soy,
del olivo vengo.
Jóvenes no tienen juego,
escuela es el trabajo.
Con más que anhelo luego,
el gran Madrid los atrajo.
De la aceituna soy,
del olivo vengo.
El se hace emigrante,
ella cuida de los hijos,
duro se hace instante,
Alcalá les hace fijos.
De la aceituna soy,
del olivo vengo.
Su vida es el trabajo,
viven por la familia.
Tres los hijos que les trajo,
los nietos les auxilia.
De la aceituna soy,
del olivo vengo.
Madre bella aceituna,
padre robusto olivo.
Para nosotros fortuna,
felicidad el motivo.
De la aceituna soy,
del olivo vengo.
miércoles, 25 de diciembre de 2013
martes, 24 de diciembre de 2013
La agente Pi
El agente 767, Aitor Garrastachu, apodado
Clooney por su increíble parecido con el actor del mismo nombre, sale de
la estación del AVE en Sevilla y se dirige a la parada de taxis, donde
coge uno dando la dirección. Durante el trayecto extrae
de su maletín el informe de su misión: encontrar a la agente 314,
apodada Pi, que lleva 12 horas desaparecida, estando en una misión de
prioridad 1. Vuelve a mirar la foto de la agente Pi y una amplia sonrisa
se dibuja en su rostro: es tan bella, tan brillante, tan especial… que
no comprende cómo pudo él ser tan estúpido para malograr la relación que
tuvieron meses atrás.
Se baja del taxi y dirige sus pasos a través de la Plaza de San Francisco hacia la calle Sierpes, en la misma esquina se encuentra el bar Robles Laredo, lugar de su última comunicación. Ya en su interior pierde unos segundos admirando la suculenta y exclusiva vitrina de postres. Sale de su ensimismamiento al preguntarle una camarera por lo que desea.
Tras unos minutos de conversación y una generosa propina consigue averiguar que la agente Pi salió acompañada del local en amena conversación con el abogado Botero, insigne personaje local pero relacionado con todo tipo de trapicheos, internándose después en la calle Sierpes.
Al llegar a la altura de la tienda de abanicos y mantillas Juan Foronda observa una marca de carmín en el escaparate. Es inconfundible, se trata de una letra Pi (π) tumbada hacia la izquierda, por lo que llega a la conclusión de que va por buen camino. Acelera el paso y con su mirada escrutadora analiza todo lo que hay a su alrededor buscando más símbolos.
Al llegar al nº65, donde se encuentra el Círculo Mercantil e Industrial, ve el símbolo π en uno de los cristales de las puertas de madera, pero esta vez en su posición original, así que se interna en el edificio.
Teclea con rapidez en su reloj buscando información del Círculo. Nada raro advierte en una asociación de carácter social, cultural, recreativo y deportivo, sin ánimo de lucro. Pasa por una sala en la que se hacen unas jornadas de mantones y flamenco, en otra más grande hay un enorme belén, dónde descubre, en el pecho de un angelito, el símbolo π, esta vez inclinado hacia la derecha, en dirección a una gran puerta de roble.
Abre lentamente la puerta y observa la escena que se desarrolla ante sus ojos. La agente Pi está sentada en una silla con las manos atadas al respaldo de la misma, delante de tres hombres tras una gran mesa que le dirigen torvas miradas y la interrogan. Saca su arma y apunta hacia el grupo de hombres diciendo –Que nadie mueva un pelo, bueno, el calvo que no mueva ni las orejas, mientras se va acercando a la agente Pi, con la mano libre extrae un machete y corta la ligaduras que la atan. La agente Pi se levanta masajeándose las muñecas y le dice –Deja de apuntarles, no se te vaya a disparar, que son inofensivos, continuando con –Te estás haciendo viejo, te esperaba hace horas, mientras se cuelga de su cuello y le da un largo e intenso beso, para añadir con cierta ironía –En esto siempre has sido bueno.
Él, tras una cínica mirada, le dice –Me puedes explicar lo que ocurre aquí y lo que tiene que ver con tu misión de prioridad 1, a lo que ella responde –Mi misión es trazar una ruta para el Presidente del Gobierno durante su visita a Sevilla el mes que viene, –¿Qué tipo de ruta? inquiere él enarcando una ceja, -Una ruta de las mejores tapas de Sevilla, responde ella, mientras él suelta una atronadora carcajada, –Estos tres intentaban convencerme de que, en sus locales, se degustan las mejores tapas de la ciudad, continúa ella.
Cuando el agente 767 consigue recomponer la compostura, le dice a la agente Pi –Vamos, te invito a esos boquerones que tanto te gustan en un bar increíble, D’arte, te vas a chupar los dedos.
Se baja del taxi y dirige sus pasos a través de la Plaza de San Francisco hacia la calle Sierpes, en la misma esquina se encuentra el bar Robles Laredo, lugar de su última comunicación. Ya en su interior pierde unos segundos admirando la suculenta y exclusiva vitrina de postres. Sale de su ensimismamiento al preguntarle una camarera por lo que desea.
Tras unos minutos de conversación y una generosa propina consigue averiguar que la agente Pi salió acompañada del local en amena conversación con el abogado Botero, insigne personaje local pero relacionado con todo tipo de trapicheos, internándose después en la calle Sierpes.
Al llegar a la altura de la tienda de abanicos y mantillas Juan Foronda observa una marca de carmín en el escaparate. Es inconfundible, se trata de una letra Pi (π) tumbada hacia la izquierda, por lo que llega a la conclusión de que va por buen camino. Acelera el paso y con su mirada escrutadora analiza todo lo que hay a su alrededor buscando más símbolos.
Al llegar al nº65, donde se encuentra el Círculo Mercantil e Industrial, ve el símbolo π en uno de los cristales de las puertas de madera, pero esta vez en su posición original, así que se interna en el edificio.
Teclea con rapidez en su reloj buscando información del Círculo. Nada raro advierte en una asociación de carácter social, cultural, recreativo y deportivo, sin ánimo de lucro. Pasa por una sala en la que se hacen unas jornadas de mantones y flamenco, en otra más grande hay un enorme belén, dónde descubre, en el pecho de un angelito, el símbolo π, esta vez inclinado hacia la derecha, en dirección a una gran puerta de roble.
Abre lentamente la puerta y observa la escena que se desarrolla ante sus ojos. La agente Pi está sentada en una silla con las manos atadas al respaldo de la misma, delante de tres hombres tras una gran mesa que le dirigen torvas miradas y la interrogan. Saca su arma y apunta hacia el grupo de hombres diciendo –Que nadie mueva un pelo, bueno, el calvo que no mueva ni las orejas, mientras se va acercando a la agente Pi, con la mano libre extrae un machete y corta la ligaduras que la atan. La agente Pi se levanta masajeándose las muñecas y le dice –Deja de apuntarles, no se te vaya a disparar, que son inofensivos, continuando con –Te estás haciendo viejo, te esperaba hace horas, mientras se cuelga de su cuello y le da un largo e intenso beso, para añadir con cierta ironía –En esto siempre has sido bueno.
Él, tras una cínica mirada, le dice –Me puedes explicar lo que ocurre aquí y lo que tiene que ver con tu misión de prioridad 1, a lo que ella responde –Mi misión es trazar una ruta para el Presidente del Gobierno durante su visita a Sevilla el mes que viene, –¿Qué tipo de ruta? inquiere él enarcando una ceja, -Una ruta de las mejores tapas de Sevilla, responde ella, mientras él suelta una atronadora carcajada, –Estos tres intentaban convencerme de que, en sus locales, se degustan las mejores tapas de la ciudad, continúa ella.
Cuando el agente 767 consigue recomponer la compostura, le dice a la agente Pi –Vamos, te invito a esos boquerones que tanto te gustan en un bar increíble, D’arte, te vas a chupar los dedos.
lunes, 23 de diciembre de 2013
Tu ausencia
Amor ¡cuánto te echo de menos!, te quiero más que a la vida,
lo eres todo para mí. Desde el mismo instante en el que te conocí supe que
serías mi amor eterno, mi corazón y mi alma supieron que no había nadie más en
el mundo que pudiera hacerlos sentir de esa manera, cada mirada, todas tus
sonrisas, el tacto de tus manos, el olor de tu cuerpo… eran mi sustento, la
realidad misma se detenía ante tu más ligera ausencia, sólo la ilusión de tu
regreso mantenía mi corazón latiendo.
Ahora ya no estás, aunque, quizás por locura, sigo sintiendo
tu presencia, como si estuvieras a mi lado, casi podría tocarte sólo con el
anhelo de desearte tanto.
Todo a mi alrededor es confuso, las sensaciones son
extrañas, las emociones de una intensidad que nunca hubiera imaginado, no veo
con los ojos pero todo es nítido, la plenitud que siento sólo es empañada por
no compartirla contigo.
Sé que algún día te volveré a encontrar, no sé dónde ni
cuándo, pero lo que sí sé es que, hasta que eso ocurra, te amaré con la misma
intensidad siempre. Te amo mi cielo.
–Doctor ¿siente algo mi marido?
–No, lo lamento, su marido está en coma irreversible
–¿Y qué debo hacer?
–Sólo le queda darnos permiso para desconectarle y así
evitarse más sufrimiento
–Hágalo entonces
–Hágalo entonces
domingo, 22 de diciembre de 2013
Pasión blanca
He
tenido que esperar poco, desde donde estoy veo aparecer a mi pareja de
esta noche, hubiera sido difícil no percatarme de su llegada. Lleva un
vestido blanco, de un blanco tan intenso que parece atraer la luz del
local y reflejarla incrementada. Se acerca, con una sonrisa encantadora,
y me da dos besos protocolarios; es la segunda vez que nos vemos, ayer
fue la primera y apenas estuvimos juntos una hora tomando unas cervezas y
charlando sobre cosas banales.
La
cena es agradable, entre bocado y bocado consigo hacerla reír con
anécdotas descabelladas. Llegan los cafés y miro como su mano mueve la
cucharilla en la taza, poco a poco subo por su antebrazo, hombro y
cuello, hasta cruzar con su mirada. Entonces la miro como se debe mirar a
una mujer: con intensidad, entrega y devoción. Tuerce ligera, y
coquetamente, sus labios diciéndome: “si sigues así me vas a asustar”
La
señal ha sido inequívoca, así que paso a la acción y cojo sus manos con
las mías con un movimiento suave de caricia, al mismo tiempo que cambio
la mirada a “modo ternura”. La última muralla cae y sólo tengo que
acercar mis labios a los suyos, primero con un beso etéreo, apenas
imperceptible y cargado de promesas, para, a continuación, entregarle
mis labios como si me fuera la vida en ello.
Tras
largos minutos de leves caricias, miradas intensas y eternos besos pone
suavemente una mano en mi mejilla y, con suave voz, me dice: “¿Dónde
has estado escondido hasta ahora?” Entonces una sonrisa angelical brota
en mi rostro, y, mientras mis ojos ponen “mirada de gatito”, contesto:
“Te estaba esperando a ti”
Poco
después salimos del local con mi mano en su cintura y su cabeza sobre
mi hombro. Unos metros más allá la giro hacia mí y la beso con pasión.
Noto que algo cambia, su respiración se vuelve entrecortada, su cuerpo
tiembla ligeramente y su contacto se vuelve muy íntimo, como si se
quisiera fundir conmigo.
El
camino hasta mi apartamento más parece una competición de tresmil
metros obstáculos que un paseo. Cada esquina, farola o escaparate supone
un obstáculo de deseo, de intercambio, de fusión de dos almas que se
atraen irremediablemente. Cuando, finalmente, llegamos puse un par de
copas mientras ella lanzaba su escrutadora mirada alrededor.
Sólo
hubo tiempo para un primer trago, nada más sentir el ardiente y
benefactor líquido en nuestras gargantas nos lanzamos a una cruenta
batalla en desvestir al contrario mientras nuestras manos, labios y
dientes herían de placer al otro.
Tengo
que, humildemente, reconocer que perdí el control o, para ser más
exactos, y en contra de lo que suele ser habitual en cada uno de los
aspectos de mi vida, dejé de tenerlo y durante muchos minutos fui un
muñeco de trapo en sus manos. No porque me sintiera utilizado, ¡para
nada!, me hizo sentir como un gran príncipe al que la mujer más
maravillosa de la tierra dedicaba todo su esfuerzo para hacerle sentir
el más alto placer ¡y vaya si lo consiguió!
Cuando
ya, agotados, nos unimos en un intenso abrazo y mis caricias aplacaron
la fiera que había en su interior percibí que mi visión era ligeramente
borrosa, como si una tela blanca flotara sobre nuestras cabezas.
Y entonces lo supe, tuve la absoluta certeza de que…
¡¡el verdadero color de la pasión es el blanco!!
sábado, 21 de diciembre de 2013
La llama del poder
Una pequeña llama surge en una hoja y, de manera fulminante, se extiende por el resto de papeles…
Arde el poder, arde el dinero,
y yo, que soy paciente,
canto mientras espero,
no me queda otro aliciente…
La montaña de papel se va haciendo más grande y, con cada nueva aportación, la lengua de fuego se incrementa…
Primero el del mostacho,
ahora sin dirección.
Y yo de rodillas me agacho,
esa fue mi perdición…
El humo va inundando la estancia y empieza a filtrarse por debajo de la puerta. Al otro lado de la misma una mujer pone cara de sorpresa y se abalanza a abrirla. Su gesto se vuelve de incredulidad al ver la escena que se desarrolla en el interior, pero reacciona dando media vuelta y, tecleando nerviosa, llama por teléfono: “Sr. Subsecretario, soy la secretaria del Sr. Ministro, tiene que venir urgentemente, el Sr. Ministro ha hecho una montaña con los Presupuesto Generales del Estado y los está quemando, se ha atado la corbata a la frente y da vueltas alrededor del fuego cantando”
La secretaria asoma, de nuevo, la cabeza por la puerta entreabierta y grita:
¡¡Sr. Montoro pare, por favor!!
Arde el poder, arde el dinero,
y yo, que soy paciente,
canto mientras espero,
no me queda otro aliciente…
La montaña de papel se va haciendo más grande y, con cada nueva aportación, la lengua de fuego se incrementa…
Primero el del mostacho,
ahora sin dirección.
Y yo de rodillas me agacho,
esa fue mi perdición…
El humo va inundando la estancia y empieza a filtrarse por debajo de la puerta. Al otro lado de la misma una mujer pone cara de sorpresa y se abalanza a abrirla. Su gesto se vuelve de incredulidad al ver la escena que se desarrolla en el interior, pero reacciona dando media vuelta y, tecleando nerviosa, llama por teléfono: “Sr. Subsecretario, soy la secretaria del Sr. Ministro, tiene que venir urgentemente, el Sr. Ministro ha hecho una montaña con los Presupuesto Generales del Estado y los está quemando, se ha atado la corbata a la frente y da vueltas alrededor del fuego cantando”
La secretaria asoma, de nuevo, la cabeza por la puerta entreabierta y grita:
¡¡Sr. Montoro pare, por favor!!
viernes, 20 de diciembre de 2013
En un descampado
En un descampado en Chamartín vive, con otra
decena de personas, una pareja que se me acercó el otro día a pedir una
ayuda para comer. Ella trabajó en una fábrica hasta que la cerraron, lo
cual supuso apretarse mucho el cinturón, pero pudieron
seguir viviendo con lo que él obtenía en un pequeño taller de su
propiedad que consiguió levantar con mucho esfuerzo y jornadas
interminables, rehipotecando su casa e invirtiendo los pocos ahorros que
tenían. La situación, debido a la maldita crisis, se tornó
insostenible, todo eran facturas y ninguna entrada de trabajo, hasta
que, finalmente, el banco se quedó con lo poco que tenían: el taller y
el piso, hasta el coche tuvieron que vender. Se metieron, como otros
tantos, en un piso abandonado a medio construir. De allí fueron echados
por las autoridades, no quedando otro remedio que vagabundear, vivir de
la caridad y acabar durmiendo al raso en el descampado.
A pesar de los pesares ambos continuaron sonriéndose, animándose y queriéndose, sobre todo porque desde hacía unos meses ella estaba embarazada, esperaban su primer hijo, la ilusión de sus vidas.
El otoño fue un infierno, helando todas las noches y comiendo lo justo para no desfallecer. La desesperación fue haciendo mella en ellos, no sabían que hacer, a quién acudir, ¿qué pasaría cuando naciera su hijo, qué le darían de comer, cómo le vestirían?
Una noche de diciembre ella se puso de parto entre cartones y plásticos. Nació su hijo, sonrosado y menudo y, tal y como habían acordado, no le pusieron nombre, sólo era su “nene”.
Tras dos días de angustia él cogió al “nene”, lo envolvió en un viejo chándal, depositándolo en una caja de cartón y llevándola al portal de una iglesia, dejando allí a su hijo, sin poder mirarle, con los ojos anegados en lágrimas y el corazón destrozado.
Aquella noche, en un descampado de Chamartín, sólo se oyeron los gemidos de María y José que lloraban por su “nene” perdido.
A pesar de los pesares ambos continuaron sonriéndose, animándose y queriéndose, sobre todo porque desde hacía unos meses ella estaba embarazada, esperaban su primer hijo, la ilusión de sus vidas.
El otoño fue un infierno, helando todas las noches y comiendo lo justo para no desfallecer. La desesperación fue haciendo mella en ellos, no sabían que hacer, a quién acudir, ¿qué pasaría cuando naciera su hijo, qué le darían de comer, cómo le vestirían?
Una noche de diciembre ella se puso de parto entre cartones y plásticos. Nació su hijo, sonrosado y menudo y, tal y como habían acordado, no le pusieron nombre, sólo era su “nene”.
Tras dos días de angustia él cogió al “nene”, lo envolvió en un viejo chándal, depositándolo en una caja de cartón y llevándola al portal de una iglesia, dejando allí a su hijo, sin poder mirarle, con los ojos anegados en lágrimas y el corazón destrozado.
Aquella noche, en un descampado de Chamartín, sólo se oyeron los gemidos de María y José que lloraban por su “nene” perdido.
domingo, 15 de diciembre de 2013
A la soledad nacerás
Sientes que todo se resquebraja a tu
alrededor: las lágrimas surcan tu rostro, la angustia te atenaza, tu
mente se nubla… y a la soledad nacerás.
Tus ojos abrirás y tus primeros pasos, vacilantes, darás, palabras nuevas de tus labios saldrán… y crecerás.
El hielo de la soledad se derretirá con el calor adolescente de comerte, de nuevo, el mundo… y sonreirás.
En tu madurez nadie, con su sombra, debe taparte el sol y las estrellas, nada debe impedirte reír y llorar de felicidad, ni nadar en el lago de las sensaciones, los sentimientos y las ilusiones… y volarás.
Tus ojos abrirás y tus primeros pasos, vacilantes, darás, palabras nuevas de tus labios saldrán… y crecerás.
El hielo de la soledad se derretirá con el calor adolescente de comerte, de nuevo, el mundo… y sonreirás.
En tu madurez nadie, con su sombra, debe taparte el sol y las estrellas, nada debe impedirte reír y llorar de felicidad, ni nadar en el lago de las sensaciones, los sentimientos y las ilusiones… y volarás.
martes, 10 de diciembre de 2013
Paz Amor Fiesta
Paz en el alma has traído
cuando al sueño has venido,
y si pasas a mi lado
respiro encantado.
Amor desprende tu figura,
tus ojos dulce ternura,
y al ritmo de tu cabello
tu sonrisa un destello.
Fiesta el aire a tu paso
cuando llega el ocaso,
y ellos giran la cabeza
admirando tu belleza.
cuando al sueño has venido,
y si pasas a mi lado
respiro encantado.
Amor desprende tu figura,
tus ojos dulce ternura,
y al ritmo de tu cabello
tu sonrisa un destello.
Fiesta el aire a tu paso
cuando llega el ocaso,
y ellos giran la cabeza
admirando tu belleza.
lunes, 9 de diciembre de 2013
Sí puedes
Noche gélida de otoño, salgo a la calle poco
abrigado llevado por la prisa y los nervios del momento, en la mano una
bolsa de basura y en su interior… ¡No! ¡No debo pensar en el contenido!
Tengo que hacerlo y cuanto más pienso en ello peor me
siento. Me acerco al contenedor de basura y miro alrededor… nadie, pero
un leve movimiento en una ventana me pone alerta y me giro, continúo
calle arriba, lejos de las miradas de vecinos o conocidos. Cuando me
siento seguro me acerco a otro contenedor, abro la tapa y echo una
última mirada al bulto de la bolsa antes de arrojarlo en su interior. El
frio y la tensión me hacen castañear los dientes, acelero todo lo que
puedo el paso para regresar a casa. Ya en el interior del portal me
detengo un momento con el corazón acelerado, pensando en lo que he
hecho, con remordimientos, justificaciones… Subo las escaleras
lentamente, arrastrando los pies, como si mi cuerpo pesase el doble.
Entro en casa y me acerco a la luz que apenas ilumina el rostro de mi
mujer que me mira y pregunta – ¿Lo has tirado?, asiento débilmente con
la cabeza. Se levanta, me abraza y, susurrando, me dice –Verás que esta
vez sí puedes, dejarás de fumar, has hecho bien en tirar el tabaco que
te quedaba.
jueves, 5 de diciembre de 2013
Quizás
Érase una vez, un gatito callejero, escuálido como ninguno,
desaliñado y torpón. Que, como tantos otros de su especie, fue abandonado en la
calle un otoño. Desde entonces, andaba dando tumbos por ciudad, al principio se
acercaba a todo aquello que tuviera dos patas; además de la comida, necesitaba
las caricias y el mimo que una vez le prodigaron, pero poco a poco, a base de
recibir palos, aprendió que aquellos seres tan altos y sabios no siempre
estaban dispuestos a compartir cariño, por lo que finalmente sólo los huía.
Un buen día, descubrió a tres de estos seres tan extraños
que se acercaban al lugar donde él dormitaba. La que parecía mandar en el grupo
humano le llamó tiernamente y él, rápidamente, recordó lo que significaba esa
llamada, la ternura que encerraba. Se acercó a ella expectante y, tras las
primeras caricias, su ronroneo brotó muy de dentro, con el ansia de la
necesidad.
Desde entonces el gatito Quizás disfruto de las charlas del
humano, se extasió con el cariño que siempre brotaba de la humana y anheló no
perder nunca de sus sueños la dulce sonrisa y mirada de la minúscula humana que
siempre les acompañaba.
El origen de su nombre no está del todo claro, quizás fuera por su
naturaleza felina, tantas veces desconocida para los humanos, que de ser tan
distinta de la de los fieles perros, se la denominaba egoísta, cuando quizás
era que los gatos, y aquel en concreto era un fiel exponente, daban por
supuesto que el amor y cariño no es moneda de cambio, es un estado que siempre,
independientemente de las circunstancias, está ahí, no hace falta demostrarlo a
cada instante, quizás se lleva en la mirada o tan solo en el gesto, pero
quizás, el gato Quizás esté equivocado…
lunes, 2 de diciembre de 2013
Navegar en ti
domingo, 1 de diciembre de 2013
Me perdí
Hoy, por fin, te he visto, apenas unos segundos, el tiempo que tardabas en abrir la puerta del portal de la que era, hasta hace poco, nuestra casa, en la que ya no podré entrar. Te hice tanto daño que sólo con recordar tus lágrimas lloro por los dos. Te quise, te quiero y te querré, pero de nada valdrían mis palabras. Fui un estúpido, un engreído, un egoísta y mil cosas más. Ahora sólo puedo mirarte en la distancia o imaginarte: cuando éramos felices, cuando tus ojos eran mi cielo y tu boca mi locura. Me perdí y te perdí. Mi cielo, deseo con todas mis fuerzas que puedas ser feliz, yo no lo podré ser nunca más.
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