lunes, 9 de diciembre de 2013

Sí puedes

Noche gélida de otoño, salgo a la calle poco abrigado llevado por la prisa y los nervios del momento, en la mano una bolsa de basura y en su interior… ¡No! ¡No debo pensar en el contenido! Tengo que hacerlo y cuanto más pienso en ello peor me siento. Me acerco al contenedor de basura y miro alrededor… nadie, pero un leve movimiento en una ventana me pone alerta y me giro, continúo calle arriba, lejos de las miradas de vecinos o conocidos. Cuando me siento seguro me acerco a otro contenedor, abro la tapa y echo una última mirada al bulto de la bolsa antes de arrojarlo en su interior. El frio y la tensión me hacen castañear los dientes, acelero todo lo que puedo el paso para regresar a casa. Ya en el interior del portal me detengo un momento con el corazón acelerado, pensando en lo que he hecho, con remordimientos, justificaciones… Subo las escaleras lentamente, arrastrando los pies, como si mi cuerpo pesase el doble. Entro en casa y me acerco a la luz que apenas ilumina el rostro de mi mujer que me mira y pregunta – ¿Lo has tirado?, asiento débilmente con la cabeza. Se levanta, me abraza y, susurrando, me dice –Verás que esta vez sí puedes, dejarás de fumar, has hecho bien en tirar el tabaco que te quedaba.

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