Hola, me llamo Juan y soy una persona normal,
con cosas buenas y otras no tanto, pero, sobre todo, algo despistado.
Nada del otro mundo, desde mi punto de vista, pero para aquellos que me
rodean lo soy y mucho.
Podría contaros el día que paseando
al perro recogí su caca pero, por despiste, lo hice sin bolsa. Cuando
me di cuenta ya era tarde y no tuve otro remedio que echarla así a la
papelera, limpiarme la mano con un pañuelo y buscar una fuente donde
lavarla. Lo peor fue que al regresar llamé al perro y no volvía, hasta
que me percaté que el perro hacía días que no había regresado y que
llevaba varias mañanas sacando la correa a pasear, recogiendo la mierda
de otros perros.
Quizás os riais cuando os cuente que, de vez
en cuando, al llegar en el tren de cercanías después del trabajo y al ir
a coger el coche para regresar a casa, me doy cuenta de que ese día he
ido al trabajo en coche porque ya iba tarde, así que no me queda otro
remedio que coger otra vez el tren, regresar al trabajo y volver a casa
en mi coche; eso si no me ocurre, esporádicamente, que no lo encuentre y
tenga que volver en tren, hasta que dos o tres días después recuerde
dónde está aparcado.
Es seguro que ya os parecerá excesivo si
os cuento la de veces que he ido a trabajar en sábado o domingo,
encontrándome solo en mi puesto de trabajo y cuando, tras unas horas, me
doy cuenta por la fecha del ordenador o por el almanaque de la pared de
que no es día laborable, recojo mis cosas y salgo por la puerta,
aguantando las risas del vigilante que ya no me dice nada al entrar,
pero que se parte el culo cuando me ve salir.
Hace mucho tiempo
desistí de comprar comida y como a diario en algún bar, ya que si no me
dejaba las bolsas en el super, alguna se quedaba donde había aparcado
el coche o en el ascensor, quizás llegaba con la compra íntegra, pero
todo se me caducaba o estropeaba, si cocinaba me dejaba el fuego
encendido hasta que el aceite humeaba u olía a quemado por toda la casa.
En cuanto a tener pareja o familia, hace tiempo que me hice el firme
propósito de ni intentarlo. Pocas mujeres aguantan más allá de unos días
el que no recuerde que tengo que llamarlas o que sea imposible que me
acuerde dónde viven, las más se enfadan rápido cuando se dan cuenta que
ni su nombre sé. El terror que me provoca pensar en tener un hijo es
supremo, lo podría dejar olvidado en cualquier parte, no me acordaría
siempre de darle de comer o cambiarle.
Diréis, como mis amigos,
que por qué no apunto las cosas. Os respondería que lo hago a menudo,
pero que tengo el problema que luego no recuerdo en que lugar he dejado
la libreta o el papel donde apunté lo que tenía que hacer o recordar.
Así que, podéis llamarme Juan, pero no me enfadaré si me llamáis el
“Despistado” Juan, como lo hacen mis amigos y conocidos… Creo que
algunos me quedan, pero no lo recuerdo bien.
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