Cuando te conocí eras éter,
quizás quimera o puede que sueño.
Nunca nada lo tuve más claro
que eras… ¡mi destino!
Cuando llamaste a mi puerta
te pensé y miré con empeño.
Eras para mí un gran tesoro,
por ti… ¡me obstino!
Cuando tus labios me besaron,
me quedé absorto y risueño,
todo alrededor daba vueltas,
ya eras… ¡mi remolino!
Desde entonces te disfruto,
todo me parece de ensueño.
Eres el más plácido presente
y eres… ¡futuro divino!
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