Temblando en la oscuridad maldigo mi suerte,
todo me sale mal, pero debo ser fuerte. La soledad me atenaza, el deseo
me descontrola, ni una muestra de cariño, ni miradas, ni siquiera un
guiño.
Miran a otros, se ilusionan con su presencia, les encandila su mirada, porte o buenas maneras y así pasa la existencia, unos van y otros vienen, pareciendo una riada.
Hay dos puertas: una limpia, pintada, engrasada… por la que se sale
acompañado, con ilusión, de la forma soñada; y la otra, gris y sucia,
chirriante, maléfica… por la que sale un olor asfixiante y hacia la que
se va a la fuerza, arrastrándose de forma agónica.
Sé qué y
cómo soy, aún tengo confianza en salir por la primera puerta y tener un
futuro. Si no es así y todo se vuelve oscuro, no me arrastraré, ni
gruñiré, aceptaré mi existencia muerta.
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