Por esos azares que tiene la vida, la mía
cambió y sirvió, aunque sólo fuera por unas horas, para disfrute de unos
pocos. Soy un humilde tapón de cava, nací de la corteza de un hermoso
“quercus suber” en una preciosa dehesa
extremeña y tuve la suerte de ir a parar a una botella de un delicioso
cava. A veces, esto se convierte en algo negativo y te puedes pasar
décadas almacenado en alguna alhacena o frigorífico, pero el peor
destino que te puede tocar es que la botella a la que estás unido sea
utilizada en la botadura de un barco, ¡nunca saltarás!, estarás por
siempre unido al gollete roto de la botella.
Como decía al
principio, el azar me llevó a una Fiesta Blanca, allí, el humano que
descorchó la botella tuvo la ocurrencia de decir “a quién le dé el tapón
será el siguiente en casarse”, lo que provocó risas y algún que otro
intento de salir corriendo y escapar de ese tremendo maleficio.
En mí provocó cierta ilusión y decidí hacer lo mejor posible mi papel.
Cuando me soltaron, y sentí en mi base el empuje del gas, me concentré
en mantener la verticalidad y, así, coger más altura. Fue un vuelo
perfecto, casi mágico, durante varios segundos permanecí en el aire,
mientras notaba cómo debajo de mí la gente aguantaba la respiración. El
desplazamiento lateral fue mínimo y fui a impactar a poco más de un
metro de la botella, en la preciosa cabeza de una dama llamada Carmen.
Las risas y los chascarrillos posteriores nunca los olvidaré, fueron el
momento cumbre de mi vida y me produjeron un gran placer y, durante
bastantes horas después, tuve vida y presencia en el pensamiento humano.
Fui recogido por Carmen y, cuando se marchó de la fiesta, me mostró al
que había descorchado la botella dirigiéndole un guiño de complicidad.
Yo, por mi alma de corcho, no creo en maleficios, ni males de ojo, ni,
tan siquiera, en que un humilde tampón pueda fijar algo del destino a
persona alguna, pero en lo que sí creo es en la ilusión, en la alegría y
en los buenos momentos que se pueden compartir entre amigos. Eso ha
conformado mi destino y muy orgulloso estoy de ello.
Para
finalizar, no contaré intimidades posteriores de Carmen y, su pareja,
Javier, que las hubo y de ¡qué manera!, sólo decir que fui manoseado,
cogido, sopesado, tirado al aire varias veces, ¡fotografiado! y
subastado por Javier entre los de la fiesta… “El tapón del delito es
subastado, precio de salida… Tu libertad”
¿Verdad que luzco elegante y feliz?
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