jueves, 22 de mayo de 2014

Viaje por mi corazón

Cierro los ojos suavemente, muevo las manos por mi pecho y las detengo en el esternón. Imagino que soy un cirujano y que con un haz invisible perforo los tejidos hasta llegar a mi corazón. Mi ser se convierte en éter y penetro por la incisión realizada en la aurícula derecha.

La visión que se me ofrece es espectacular, el flujo de sangre procedente de todo el cuerpo penetra por allí, en esa gran cavidad. Las paredes están llenas de fluorescencias de diversos colores: azules, verdes y amarillos, todos con tonos sutiles, casi apagados. Me acerco a una de ellas y percibo que es un antiguo recuerdo de mi infancia, sigo con otro y me veo disfrutando de un día de acampada, el siguiente es el rostro de mi primer amor de juventud, otro más, el nacimiento de mi hija… todos ellos están unidos a las paredes del corazón por unas finas líneas de luz por las que, del recuerdo, salen emociones que transmiten energía al corazón.

Tras reconocer varias docenas de recuerdos, paso al ventrículo derecho y lo que veo es muy similar, pero los tonos de los recuerdos sujetos a las paredes son mucho más intensos, brillantes y, algunos, deslumbrantes, son recuerdos recientes. Aquí veo, casi alineados en proximidad, el fallecimiento de varios familiares, las vacaciones del verano pasado… todos recuerdos recientes. La energía que transmiten las emociones allí acumuladas es intensa, a veces con grandes fogonazos, otras con un continuo fluir. Cerca del final, pegados a la gran compuerta de la válvula pulmonar, están los recuerdos muy recientes y unos cuantos destacan sobre los demás por su luminosidad: el día en el que la conocí, su sonrisa y su amabilidad; sus primeros mensajes; oh! cuando la vi por segunda vez… este recuerdo lo toco y casi quema de intenso y preciado; sus dedos entrelazando los míos; el primer beso… a este le envuelven muchos sentimientos: euforia, tensión, gloria… Casi no puedo apartarme de allí, el éter que ahora soy transita por la felicidad vivida como si fuera una droga.

No atravieso la válvula, penetro, a través del tejido, en el ventrículo izquierdo, donde la sangre entra de un color rojizo intenso, viene, desde la aurícula izquierda, cargada de oxígeno de los pulmones. Allí las paredes están plagadas de deseos e ilusiones como la sangre que recorrerá mi cuerpo dándole vida. Los colores son rojos, naranjas, dorados… unos más intensos que otros, allí veo el fin de semana que viene, las vacaciones del próximo verano, sonrisas, alegría, fortuna… más allá mi hija en la universidad, casada, nietos… Pero me vuelve a ocurrir lo mismo, esta vez con los más cercanos: hoy cuando la vea a ella y pueda tocar su mejilla; este fin de semana junto a ella disfrutando con unos amigos; paseando con ella por la playa… Sé que tengo que salir, pero me cuesta, la atracción a permanecer allí me domina…

Debo volver a la realidad, a disfrutar de todos y cada uno de los instantes vividos que serán preciados recuerdos, recibiendo la descarga de las emociones en mi corazón y cargándolo de deseos e ilusiones.

Por fin salgo, me materializo… y sonrío.

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