viernes, 31 de enero de 2014

Incondicional

Hay una palabra que, últimamente, se repite mucho en mi mente y se traslada a la vida cotidiana con asiduidad…

Incondicional:

1. adj. Absoluto, sin restricción ni requisito.
2. com. Adepto a una persona o a una idea sin limitación o condición ninguna.


Es una palabra que, al primer golpe vista, como pasa con algunas personas, nos incomoda. Es una palabra rotunda, sin doblez, está o no está, no admite resquicios, en definitiva que si se usa es con todas las consecuencias, por eso su utilización es escasa, compromete demasiado.

(Abro un paréntesis para comentar la excepción a la regla de lo expuesto hasta ahora. Esta palabra sí es muy utilizada por un grupo asiduamente, los políticos, que la desvirtúan, manejan y destrozan a diario, como a otras tantas)

Su uso, entre el común de los mortales, se circunscribe, casi siempre, a: “soy incondicional de…” y “amo incondicionalmente a…” Del primero ya sabemos: grupos musicales, equipos deportivos, comidas… pero siempre, a mi modo de ver, de forma demasiado ligera, poco reflexiva; aquí recomendaría otros términos más apropiados y menos rotundos. Del segundo: casi siempre acompañado de hijo/a, con lo que a este tipo de amor le encumbramos como la máxima expresión del mismo; aquí me parece una redundancia, ya que el amor a un hijo siempre debería ser incondicional (salvo padres tarados, con disfunciones emocionales graves)

Desde mi punto de vista, la palabra que mejor le acompaña en una oración es “Amistad”, unidos ambos términos engrandece uno a otro. A incondicional la amistad le resta la incomodidad y a amistad lo incondicional le añade entrega absoluta… amor.

Ser amigo incondicional requiere entrega, compromiso, sin dudas ni desconcierto, se es o no se es y serlo no requiere explicación, es pureza. Quien tiene un amigo incondicional (ya es raro tener dos, tres ni te cuento) y él, a su vez, lo es del otro, llega a conocer en toda su extensión el concepto real de la palabra amistad.

¿Qué nos limita en nuestra vida para que el amigo incondicional sea sólo uno? Creo que, al ser una forma casi pura de amor, nos pasa como en nuestras relaciones de pareja que más de uno ya es multitud, vienen los celos, infidelidades… no concebimos la entrega pura, absoluta y que ello se pueda extender a más del “yo”

Para finalizar unas preguntas:

¿Sois u os sentís capaces de ser amigos incondicionales de más de una persona? (primero la entrega)

¿Tenéis más de un amigo incondicional? (segundo el retorno)

Si la repuesta a la primera pregunta es NO os pido, reclamo o ruego que lo intentéis, sois capaces de eso y mucho más.

Si la respuesta a la segunda pregunta es NO, pero a la primera es SI, es que vais por muy buen camino (la alternativa SI-NO la omito por improcedente)

Si ambas respuestas son NO el árbol no os deja ver el bosque.

Si ambas respuestas son SI para mí sería un lujo teneros a mi lado.


jueves, 30 de enero de 2014

¿Qué árbol eres?

Dando un corto paseo me he fijado en unos árboles que han llamado mi atención. Por un lado, aún no se han despojado de todas las hojas, quedando una parte de ellas colgando aún de las ramas, a pesar de estar totalmente secas; por otro lado, resulta curioso observar que estos árboles ya están preparados para la primavera, tienen las yemas, de donde saldrán las nuevas hojas, en pleno esplendor, que, a poco que se dulcifiquen las temperaturas, brotarán muy pronto, aún en invierno.

Esto me ha llevado a divagar en la similitud de comportamiento que tenemos con los árboles. Sin hacer un gran esfuerzo de imaginación podríamos dividir, de igual manera que a los árboles, a los que nos rodean en personas de emociones perennes o personas de emociones caducas.

Las personas de emociones perennes también mudan, cambian o se transforman, pero de un modo más lento, progresivo y controlado; por el contrario, las personas con emociones caducas son más viscerales, intensas y, hasta cierto punto, apasionadas, sufren transformaciones rápidas, ya sea con estados de ánimo muy alegres con todas sus hojas o con estados de ánimo afligidos con las ramas desnudas de hojas con las que hacer su fotosíntesis.

Todo lo anterior me lleva a deciros, a aquellos que están soportando un duro invierno, que, por muy mal que lo estés pasando, por muy perdido que te encuentres, por muy falto de fuerza o motivación que creas estar, siempre llega la primavera, no desfallezcas y te abandones, prepara tus yemas, que tu primavera está a la vuelta de la esquina.

Si eres almendro tus flores de amor serán las primeras, si eres naranjo tus flores de ilusión con aroma a azahar lo impregnará todo, si eres sauce tu bello porte adornará el entorno, si eres arce tus sámaras, al desprenderse, girarán movidas por el viento esparciendo muy lejos tus semillas… Ya seas manzano, peral, roble, castaño, cerezo… prepárate, llegará tu primavera.



Paqui, yo lo tengo muy claro hace años, tu eres un Tamarindo: hoja perenne, gran porte, clima muy cálido, le encanta el sol directo, poco exigente con el suelo, copa compacta y redondeada, flores amarillas y rojas y los frutos... una maravilla... el fruto joven es ácido, pero de una acidez que transporta al paladar a goces africanos y cuando el fruto es maduro es de dulzor extremo, nada empalagoso, casi parece néctar de ninfas. Resumiendo... Como te llevo diciendo mucho tiempo... Belleza tropical, salvaje, intensa y un placer para aquellos que sepan apreciar las maravillas extremas.


Mayte, eres una persona muy especial y exótica y, para ti, qué mejor árbol que el Granado. Es un árbol que proviene de clima tropical, se adapta con facilidad a muchos terrenos y, aunque los prefiere húmedos, por su gran resistencia aguanta periodos de sequía. Resulta difícil verlos en soledad, ya que, por la gran cantidad de semillas que contiene su fruto, suele vérsele en grupos compactos. Su estructura es muy bella, hermoso a la vista, por lo que se utiliza mucho como árbol ornamental, pero, por encima de esto, destaca por su fruto, que dispone de una de las cáscaras más fuertes que hay, no permitiendo el acceso a las semillas mientras no hayan madurado. Cuando esto ocurre, pone a disposición del mundo uno de los más exquisitos manjares con el que nos podemos deleitar. Las pulposas semillas parecen pequeños rubíes, su vibrante color rojo nos atrae y, una vez en nuestra boca, su sabor agridulce nos recuerda la frescura de una mañana primaveral, un absoluto goce para nuestros sentidos, pero si por goloso te excedes y masticas las diminutas semillas el amargor te inundará. Aquel que pueda poner un granado en su vida y no lo haga estará condenado a una búsqueda de otro árbol que difícilmente cumplirá con sus expectativas.


Veo a Paz Amor Fiesta y veo un naranjo, veo un naranjo y siento a Paz Amor Fiesta. Por cotidiano en nuestras vidas nada os voy a contar que no sepáis del naranjo, por eso os hablaré de sentimientos evocadores que me produce su presencia.

El naranjo es evocación de nuestra querida tierra levantina o andaluza y, aunque lo tenemos en otras regiones, allí se produce en todo su esplendor, me habla de sentimiento patrio y mediterráneo, de las cosas más bellas de nuestra tierra. Ya sea en Valencia, Castellón o Almería, Granada o Huelva… sus tierras en flor o cargadas de fruto son como aliento fresco al corazón, pero si de corazón hablamos a Sevilla nos acercamos, en la madrugá el aroma de azahar que tó lo despierta saluda a la reina, a la que llaman Macarena, símbolo de inspiración y devoción.

El naranjo en flor es una sonrisa de esperanza, unos ojos que te miran y una promesa de grandes y apetitosos frutos; el aroma embriagador, casi místico, te envuelve y te habla de infancia y adolescencia, de ilusión y de pasión; espíritu reservado, casi inadvertido, está pero no destaca, destaca y asombra, asombra y perdura.

  
Querida Julia, lamento discrepar con tu elección, primero porque tú no eres un arbusto y el madroño lo es, segundo porque no eres de hoja perenne y, finalmente, porque sus frutos apenas son apreciados por su escaso uso (básicamente para hacer licores por el contenido alcohólico de sus semillas) y si no es en cantidades muy moderadas dan dolor de cabeza… va a ser que no.

Para mí eres un cerezo: árbol de gran porte, fuste recto, corteza lisa, amplia copa… Destaca sobre otros árboles por dos cosas: su floración y sus frutos.

La floración es de las más espectaculares que podemos encontrar en la naturaleza (quién no haya estado en el Valle del Jerte no ha visto cosa igual en su vida), hasta tal punto que en Japón es símbolo nacional celebrado en la fiesta anual Hanami, dirigiéndose todo el mundo a los parques y compartiendo con familiares y amigos ese momento de belleza único. La foto que acompaña a esta publicación es de allí y ese árbol que muestro bien podías ser tú, Julia, con tu familia y amigos alrededor de ti.

Y qué decir de tus frutos: bellos, atrayentes, dulces… cuando das nadie puede resistirse a probarlos.

Tu primavera está muy cerca y será, a buen seguro, espectacular. 

lunes, 27 de enero de 2014

Si muero esta noche

Si muero esta noche el cielo será mi lecho, el viento será la música que traerá las voces de aquellos a los que he querido y las estrellas el cálido manto que me arrope al descansar.

Si muero esta noche en mi espíritu permanecerá, por siempre, ese cálido beso de tus labios, tu mano en mi mejilla y esa mirada que me hizo sentir, por un momento, el único hombre sobre la tierra.

Si muero esta noche cántale al mundo mi felicidad por haber vivido y haberte conocido, no quiero lágrimas de pena o de dolor, si lloras que sea de amor.

lunes, 20 de enero de 2014

Karlos

En el pabellón, abarrotado de público, se hizo el silencio más absoluto, nadie quería perderse la apoteosis final de la gran actuación a la que estaban asistiendo y, casi sin pestañear, observaban las evoluciones del mago en el escenario.

Dos palabras salieron de su boca, resonando repetidas con el eco de la sala -La Creación, tras lo cual una suave música se extendió por la gran sala y el mago, de su chistera, sacó una pequeña bola brillante, extendió la mano y suavemente la fue retirando, quedando la bola suspendida en el aire. Ahora con las dos manos, a escasa distancia de la misma, empezó a girarla sin tocarla, a cada giro el tamaño de la bola crecía así como su velocidad y la intensidad del brillo se iba tornando de un amarillo intenso, pequeñas lenguas de fuego empezaron a emerger de su superficie y, en poco tiempo, un gran sol estaba sobre el escenario iluminándolo todo con gran intensidad pero sin cegar.

El mago dio impulso a la bola y ésta se dirigió hacia el público, a la altura de sus cabezas. Los espectadores de las primeras filas se encogieron en sus asientos, hasta que un atrevido subió su brazo tocándola, su mano fue atravesada lentamente sin detenerse, mientras el atónito espectador gritaba -¡Qué cálido! Ya todos los espectadores fueron levantando sus manos y, con exclamaciones de gozo, acariciando el sol que se movía entre ellos.

Mientras, en el escenario, el mago sacaba otra bola de la chistera y repetía la operación. Esta vez el color de la bola era de un rojo tierra, lanzándola hacia el público, donde comenzó a girar alrededor de la primera. La escena se volvió a repetir con una bola de color azul, otra con unos preciosos anillos a su alrededor y así hasta completar un enorme sistema solar que giraba alrededor de los espectadores.

La voz del mago volvió a resonar -Y ahora la vida, extendió los brazos y de sus dedos salieron unos rayos que fueron a chocar con cada uno de los planetas y el sol, todos ellos comenzaron a crecer de nuevo hasta que el gran sol estalló, entonces de las chispas surgieron miles de mariposas que revoloteaban entre el público, a continuación lo que parecía la Tierra hizo lo mismo y decenas de palomas blancas volaron hacia el techo, cuando llegó el turno del gran Júpiter se creó como un pequeño tornado del que empezaron a caer flores de todos los colores y los anillos de Saturno se convirtieron en dos pavos reales que surcaron el pabellón hasta posarse en el escenario, uno a cada lado del mago, abriendo sus espectaculares colas.

El público era un clamor, los aplausos atronaban, los ¡Bravo! resonaban al unísono en cientos de gargantas, mientras en el escenario el mago, con su larga y brillante capa, se quitaba la chistera y hacía una reverencia hacia el público. Capa y chistera se posaron suavemente en el suelo del escenario no quedando rastro alguno del mago.

Instantes después el mago entraba por la puerta de su camerino y con cierta sorpresa observó que sentado en la silla frente al espejo se encontraba un niño de unos nueve años de edad que, mientras sonreía al espejo, se quitaba y ponía una de sus chisteras.

-Hola, dijo el mago, -¿A quién tengo el placer de conocer?, continuó. -Me llamo Tomás, dijo el joven, mientras se giraba hacia él, -¿Eres tú el Gran Mago Karlos?-Dejémoslo en Karlos, respondió el mago, -Lo de Gran Mago que se quede en el escenario, -¿A qué debo el placer de tu visita?, preguntó Karlos mientras se sentaba cerca del muchacho. -Verás Karlos, yo quiero ser un mago como tú y conocer todos los secretos de la magia, dijo muy serio Tomás. -¡Ajá!, exclamó el mago con una gran sonrisa, -Verás el gran secreto de la magia es el amor: el amor por las cosas bellas, por la ilusión, por la imaginación, por el público, por todo lo que hagas en el escenario. Lo que me lleva a contarte mi gran amor. El mayor y más puro amor que existe es... el amor de una madre hacia su hijo. Yo he tenido la inmensa suerte de tener una madre que me amaba por encima de todo, incondicionalmente, de forma pura y desinteresada, como sólo puede hacerlo una madre. He tenido innumerables muestras de ese amor, todos y cada uno de mis días, pero ahora, al verte aquí, recuerdo especialmente una noche que, teniendo aproximadamente tu edad, me llevó a un espectáculo de magia, como tantas otras veces hizo antes y después de aquella ocasión, Markoos se llamaba el mago. Habló con él y el mago se me acerco y me dijo si me gustaría ser su ayudante aquella noche. Lo que sentí durante todo el espectáculo fue maravilloso, con cada truco, con las veces que ayudé al mago, con las miradas de mi madre... con cada cosa que ocurrió aquella noche fue creciendo en mí el amor a la magia. Desde entonces he practicado miles de horas e inventado cientos de trucos, hasta llegar a lo que ahora soy y todo, absolutamente todo, se lo debo a ese gran amor que es mi madre. Ama a tus seres queridos, a tus amigos a la gente que te rodea y a la magia, pero, sobre todo, ama a tu madre... tú y yo hablaremos a menudo, te enseñaré trucos y mucha magia, pero ahora ve, que tu familia debe estar preocupada con tu ausencia.

El pequeño Tomás se levantó y le dio un gran abrazo a Karlos, cuando llegó a la puerta se giró y le miró, como sólo puede hacerlo un niño con una tremenda ilusión.

domingo, 19 de enero de 2014

Sin rumbo

La lluvia caía de forma copiosa, la luz de las farolas apenas iluminaba la calle donde el agua se iba acumulando, los pasos del hombre que caminaba por ella creaban ondas mientras el agua inundaba unos pies ateridos, casi insensibles. La figura se detuvo un momento y levantó la vista del suelo, tanto el pelo de la cabeza como el de la larga barba brillaban por la humedad y entre las gotas de lluvia resbalaba camuflada una lágrima, el temblor del cuerpo tanto podría ser por el enfriamiento debido a estar empapado como al dolor de un corazón mortificado por la pena.

Está mirando, sin ver, la cortina de agua que atraviesa el haz de luz de la farola cercana. En su mente se van formando las imágenes que, de tanto recordar, se han imprimido a fuego en su cerebro.

Un hombre apuesto, orgulloso de sí mismo y de su gran éxito en la vida llega a casa, donde su joven, maravillosa y bella mujer va a acostar a su hijo de pocos meses. El la acompaña escaleras arriba y, tras dejar en la cuna al niño, la atrae hacia él dándole un tierno beso en la frente mientras le dice cuanto la quiere y ella le sonríe con dulzura mientras le acaricia la mejilla.

La escena se hace añicos mientras se va formando una nueva. El, en su lujoso despacho, atrae con firmeza y pasión el cuerpo voluptuoso de su secretaria y le hace el amor con furia, como si se acabase el mundo y fuera su última vez.

Jadea con fuerza y se encuentra sólo, encerrado en un baño, sudoroso y temblando con polvo blanco que sale de su nariz y se siente poderoso, invulnerable, capaz de cualquier cosa. Arriesga en los negocios, al volante de su deportivo de ensueño, en las decenas de relaciones con mujeres despampanantes… está en la cumbre.

Un día un negocio que se tuerce, unas decisiones arriesgadas que fallan, estrés, bebida, polvo blanco… todo se enturbia y, como en una pesadilla, pierde el control y vierte sus frustraciones con quienes le rodean: insulta, golpea y grita con desesperación mientras cae de la cumbre, intentando agarrarse a cualquier saliente, pero nada le sujeta, cae…

Vuelve a la realidad, está empapado, tiene hambre y frio… y no le importa, sólo siente una soledad inmensa, su corazón está vacío y en absoluta oscuridad. Los pasos del hombre sobre las piedras mojadas vuelven a sonar en la calle vacía, caminando sin rumbo, sin destino…

jueves, 16 de enero de 2014

Al despertar

Al despertar veo tu cara brillar y, como siempre, una sonrisa ilumina tu rostro. Me tomo unos segundos para disfrutarte, unos instantes en los que la emoción me embarga y una cálida energía recorre cada milímetro de mi piel. Imagino que tus dedos recorren mi mejilla, tus labios entreabiertos entonan una canción y tu mirada, ¡ay, tu mirada!, colma de sensaciones mi espíritu.

Ya sea la mañana más hermosa, con un sol radiante y cálido; ya sea un gris amanecer con el cielo encapotado y la lluvia mojando la piel; ya sea un día frio con un aire que corta la respiración o sea la mañana nevada o triste o azul. Sea como sea el día, todo tiene sentido, todo armonía y me siento transportado a lo largo de las horas, mecido por los minutos y disfrutando de los segundos. Cada instante, cada momento me acerca a ti y te siento y te respiro y se llena mi alma de gozo.

Al estar a tu lado todo se detiene, no existe el antes o el después, solo un ahora eterno y te disfruto, te siento, te escucho, te adoro... me miras y te miro y todo se engrandece, tu aliento es mi aliento, tu sonido es celestial, tu imagen el universo tan inmenso, tan colosal que recorrerla con la mirada trae la paz.

Y, al anochecer, al cerrar los ojos, las imágenes de ti se atesoran y envuelven en alegría, se adornan con cintas de colores antes de ser parte de mi ser, y me engrandeces y armonizas y me dejo llevar por tus brazos a una extensa paz, esperando el nuevo día con promesas al despertar.

martes, 14 de enero de 2014

No cuesta tanto

Sentado en una cafetería, mientras el caliente líquido pasa por mi garganta, miro al exterior y veo gente pasar, hacia la derecha o hacia la izquierda, la desapacible mañana produce el efecto de igualarlos a todos, abrigados y cabizbajos se cruzan sin verse, cada uno hacia su destino y ninguno al encuentro del otro.

Así actuamos en demasiadas ocasiones, tanto con desconocidos como con las personas más cercanas a nosotros. Inmersos en nuestras preocupaciones, temores, frustraciones... no miramos a la cara a nuestra pareja, nuestro hijo o padre, nuestro vecino o amigo, ni que decir tiene que el contacto físico es apenas existente, roces casuales, casi pidiendo perdón.

¿Recordáis la última vez que "porque sí" abrazasteis a vuestra pareja, la mirasteis a la cara y, con una sonrisa, le dijisteis "te adoro"?¿Cuándo fue el día que cogisteis las manos de alguno de vuestros padres y le dijisteis lo atractivo y joven que lo veíais? ¿Acaso recordáis la vez que le dijisteis a vuestro hijo lo orgulloso que estabais de él mientras pasabais vuestra mano por su cara?¿Pusisteis, no hace mucho, la mano en el hombro del amigo y, con ese afecto profundo que usáis a menudo, le dijisteis que siempre y para lo que necesite ahí estaréis?

Queda justo un mes para el Día de los Enamorados, en otras regiones este día es el Día del Amor y la Amistad, os propongo que estos treinta días sean treinta ocasiones para rozar, tocar, acariciar, mirar, adular, elogiar, mimar, ... a todo aquél por el que sentís afecto o amor, para no olvidar que el roce hace el cariño, para erradicar de nuestras vidas la monotonía del "yo" y vivir en la riqueza del "tú".

Animaros, no cuesta tanto ¿verdad?

miércoles, 8 de enero de 2014

La hora

Cuando Laura, después de una interminable y agotadora jornada laboral, entró en su casa estaban todas las luces apagadas, cosa extraña, ya que, a esa hora, su marido siempre estaba en casa. No le dio importancia, dejó las llaves y el abrigo en la entrada y pasó al salón. Al encender la luz escuchó el típico chasquido que hacía el brazo del tocadiscos al ponerse en marcha y, mientras recorría el salón hacia su habitación, pudo escuchar cómo, de los altavoces, salía la voz de su marido:

“Laura, mi amor, he grabado este disco para que escuches mis últimas palabras.

Te perdí hace mucho tiempo, tanto que ya no recuerdo cuándo empezó a ocurrir, quizás fue con el nacimiento de nuestro hijo, al que te dedicaste en cuerpo y alma, dejándome a un lado a pesar de todos mis esfuerzos. Pensé que con el tiempo volveríamos a recuperar nuestra complicidad, cariño, amor…, pero no, la distancia se fue agrandando y mi alma resquebrajando.

Cuando nuestro hijo se marchó de casa te volcaste en el trabajo y apenas cruzábamos unas palabras al ir a dormir.

Mi vida, sin ti, se ha convertido en un infierno que ya no puedo resistir, te quise, te quiero y te querré siempre, la vida sin tu amor no tiene significado. Te marchaste hace mucho tiempo y, como dice la canción –Remolino- Si te vas a marchar, llévate antes mi cuerpo- Así que esta es mi despedida, mi último aliento ha sido pensando en ti, te amo mi amor.

Antes de que pases a nuestra habitación mira el reloj de la pared y entenderás”

El chasquido del brazo del tocadiscos al levantarse sacó a Laura del bloqueo que la había paralizado. Por sus mejillas resbalaban lágrimas, mientras se giraba a mirar el reloj. Al principio no comprendió qué mensaje podía haber allí, la hora era errónea, las 19:40 marcaba y deberían ser cerca de las 22:00. Tras unos instantes de reflexión un recuerdo afloró a su mente, su gesto se convirtió en angustia y salió, disparada como un resorte, hacia su habitación.

Antes de llegar percibió un intenso aroma a flores, el olor a jazmín inundó su olfato y, como un destello, su mente le trajo una vorágine de imágenes: de su niñez, de su adolescencia y de tantas y tantas veces que él le había regalado ramos de jazmín, su flor preferida.

Al entrar en la habitación y encender la luz una escena asombrosa impactó en sus ojos, allá donde mirase todo, absolutamente todo, estaba cubierto de flores de jazmín, un manto blanco celestial. Al fondo la luz del aseo estaba encendida. Laura no pudo más y gritó, con un grito que sólo da la desesperación ¡¡¡Luissssssssss!!! Entró en el baño y le vio, tumbado desnudo en la bañera, como dormido, con un brazo colgando fuera, de su muñeca caían rítmicamente unas gotas de sangre hacia un pequeño charco en el suelo ¡Por Dios, qué has hecho!

Se acercó y le tomó el pulso, su corazón latía, débilmente, pero latía. Taponó fuertemente su muñeca con la mano y con la otra le acaricio el cabello, diciéndole –Luis, Luis… te quiero mi amor, te quiero y me perdí, pero eso no volverá a ocurrir, seré tuya para siempre.

Unos minutos después Luis comenzó a abrir los ojos y, al verla allí, una sonrisa se dibujó en su rostro. Con voz torpe consiguió articular unas palabras –¿Te gustó que en el reloj estuviera la hora de nuestro primer beso? Ella le besó como aquella primera vez, con amor, con mucho amor.


lunes, 6 de enero de 2014

Un día de armonía

Queda aún mucho para amanecer y algo ha perturbado mi sueño, a pesar de sólo haber dormido tres o cuatro horas. Algo ha vibrado y dejado en el aire un tono musical puro, como un diapasón… ¡oh, es mi corazón! Entonces comprendo porqué… un día de pura armonía pasa ante mis ojos y me trae escenas, con la necesidad de revivirlas, que crean paz, calma, sosiego…

Por la mañana una llamada de teléfono me puso ante el espejo, ante un corazón que en la lejanía late al mismo ritmo, ese que da el conocimiento de una amistad congelada en el tiempo y ahora en su deshielo primaveral.

Después, una cara de belleza griega me habla, me comenta, me cuenta… y yo, hipnotizado por los movimientos tan expresivos de su rostro, escucho, me transmite mil escenas y conecto con su alma. En el aire queda que este momento se repetirá más veces.

Otra llamada, mientras cocino, me trae promesas de gratos momentos e ilusión, del tipo de desear trasladarte unas horas en el tiempo y unos metros en el espacio. Así, la tarde empieza a transcurrir viéndola con los ojos de admiración infantil, sonrisas de varios ángeles que están a mi lado que miro embelesado, expresiones de felicidad y ¡oh! de sorpresas.

Antes de regresar a casa me paso por el hospital a hacer dos visitas que quieren ser de cortesía y se convierten en dos tránsitos por almas angustiadas, esas que siempre quedan en los acompañantes que se desviven por sus familiares enfermos y sufren. Sufren por evitar el dolor de los que quieren y no poder y sufren por ser rechazados y hasta maltratados por aquellos a los que cuidan. Les transmito toda mi energía, apoyo, aliento y amor. Cuando salgo dejo dos almas tranquilas, en paz consigo mismas y una sonrisa en su expresión.

El final de la jornada es aún mejor, parte de tu ser y tu alma en cuerpo ajeno te hace sentirte como en las nubes por su expresiones, miradas y afecto. Llegando, por fin, a la apoteosis final, ese espectáculo de pirotecnia ferial, en el que se convierte mi corazón con una charla de madrugada. De esas charlas que te acarician, te mecen, te transportan por el aire como una cinta de papel de seda empujada por el aire hacia la plenitud.

Ahora, tras expresarme, queda poco para amanecer y espero el nuevo día pensando en vosotros, aquellos que hacéis que mis días sean perfectos en armonía.

sábado, 4 de enero de 2014

Aela

Ella se llama Aela, la conocí en una pequeña isla de un archipiélago recóndito. Todo empezó, según me contaron después, cuando llegué a la isla en una pequeña barca. Estaba recogiendo mi maleta en el embarcadero cuando, al incorporarme, el pescador que me había traído se giró para guardar el remo y me asestó un tremendo golpe en la cabeza. La maleta y yo caímos al agua y, según dicen, se tiraron a por mí, salvándome, pero nadie reparó en la maleta… descanse en paz.

Lo primero que recuerdo es el despertar, me encontraba en una pequeña cabaña, sobre una destartalada cama, un terrible dolor de cabeza lo inundaba todo a excepción de un pitido constante en mis oídos. En la puerta, se recortaba a contraluz, la silueta de una mujer que, al oír mis movimientos, se dio la vuelta y se acercó, inclinándose y tocando la venda que cubría mi cabeza.

Su cara, ¡por Dios que rostro!, era angelical; bella, de una belleza terrenal; joven, pero de edad indeterminada; ojos verdes, profundos, limpios; labios carnosos, pero finos; pómulos ligeramente redondeados; piel morena, de ese color que da el estar al sol toda la vida; y un pelo largo y liso del color del ébano.

Me sonrió y ya jamás pude borrar esa sonrisa de mi mente. Empezó a hablar en un idioma que no entendía, pero me dio igual, la armonía de su voz me hipnotizó. Poco después, dándose cuenta de que no la entendía, me indicó por gestos que me levantara y me apoyara en ella para caminar.

Los días siguientes se convirtieron en una rutina: despertarme y ella estar allí, asearme, tomar un bocado y dar paseos con ella por la playa. El resto del mundo dejó de existir, el centro del mundo era Aela y yo giraba a su alrededor, entendiéndonos por signos y empezando a aprender palabras sueltas de su idioma.

Una mañana, al despertar, no estaba allí. Me volvía a doler la cabeza y en su lugar había un hombre de mediana edad que sí hablaba mi idioma. Me preguntó que cómo me encontraba y me dijo que había tenido mucha suerte, que poco faltó para quedarme en el sitio. Su charla no me interesó nada, sólo me interesaba saber dónde estaba ella, Aela. Se lo pregunté y, para mi consternación, me respondió que no había en la isla nadie como la persona que le describía. Me contó que al llegar a la isla recibí un golpe en la cabeza y que, desde entonces, había permanecido semiconsciente y desvariando. No sabían quién era y que yo no recordaba nada.

Me hundí en la desolación más absoluta, todo dejó de importarme, estaba sin recuerdos y me quedé sin alma, ella me la había robado.

Desde entonces vago de isla en isla, buscándola…



Cada noche atraco en una playa, las estrellas me cubren con su manto de luz mientras pienso en ella. El olor de su piel, sin perfume, me trae sensaciones antiguas que no puedo precisar, sigo sin recordar nada de mi pasado, pero eso me reconforta, sin ella para qué quiero un pasado, ni un futuro y mi presente debe ser alguna penitencia de maldades pasadas.

En la madrugada siempre despierto con la respiración entrecortada tras haber percibido su aliento en mi cara, como si volviera a acariciar mi frente. Cuando el sol aparece en el horizonte su cálida luz me reconforta y me da fuerzas para reemprender el viaje, empujado por la ligera brisa que trae a mis oídos su nombre, Aelaaaaaa…

A veces la veo en la lejanía corriendo por una playa, otras nadando en aguas cristalinas rodeada de peces multicolores, la siento en la piel y en el vacío del alma, la imagino, la sueño… Siempre, ante estas percepciones, acelero el ritmo del remo, hasta que, sudoroso y agotado, me quedo en calma recordando aquella vez que sació mi sed con agua de un arroyo, con sus manos como recipiente, tras lo cual sus dedos acariciaron mis labios limpiando las gotas perdidas y su sonrisa… su sonrisa, ¡Dios!, hacía nacer en mi interior ternura, pasión, devoción...

Ahora, como tantas otras veces, se cruza, en sentido contrario, una embarcación. Siempre me detengo y pongo en pie, ante la esperanza de verla allí. Mi corazón se detiene unos instantes, en la popa veo su figura, ¡es ella, estoy seguro!, no me ve, mi garganta queda paralizada y cuando consigo articular un sonido sólo un grito desgarrador sale de ella ¡¡¡Ahhhhhhhhh!!!, se aleja… ¡Aela! ¡Aela!... nada, los motores de la embarcación deben silenciar mis gritos… salto por la borda y nado en su dirección, acelero sin dar tregua a brazos y piernas, a cada bocanada de aire grito ¡Aelaaaaa!, el cansancio y la desesperación se apoderan de mí, hasta que, finalmente, mi cuerpo se rinde y me hundo… con los ojos abiertos pierdo el sentido pensando en ella.

Hay claridad tras mis párpados cerrados, una convulsión recorre mi cuerpo mientras mis pulmones, garganta y boca estallan en un surtidor de agua salada. Abro los ojos y allí esta ella, empapada, demoledoramente bella, con una sonrisa que me golpea profundamente devolviéndome el alma. Se inclina y me besa, con pasión y ternura… la abrazo de tal manera que nada ni nadie nos podrá separar jamás.


viernes, 3 de enero de 2014

Acunado

Salgo de trabajar y lloviznea en Madrid, por mi mala cabeza he olvidado el paraguas, pero no me importa, la tenue lluvia refresca mi cara y aligera mis sensaciones, también atenua alguna emoción díscola que hora se encumbra hora se hunde en el abismo.

Paso por ese solar de Chamartín que ya os he mencionado y grito, para adentro, "Esto es injusto!!!", que esta opulenta sociedad en la que vivimos no ponga los medios para que cualquier persona que viva en este país tenga una vivienda digna o un techo en el que cobijarse. Sigo mi camino e intento no volver la vista, como si la ceguera pudiera curar ese dolor.

El tren llega puntual, me siento y salimos. Ahora, mientras escribo, me dejó mecer por el ligero vaivén del vagón y casi dormito, acunado por la paz interior, ensoñando con cariño y vuestro amor.


Quisiera ser

En la mañana quisiera ser el pájaro que en tu ventana te despierta con armonía o ser esa postrera gota de agua que en la ducha resbala por tu espalda y te hace revivir o quizás ese último sorbo de café en tu taza que te anima a empezar el día.

En la calle quiera ser esa humilde ropa que te abriga en la fría mañana o ese ser diminuto que, colgado de los brazos de su madre, te mira y te hace sonreír o quizás ese olor a césped recién cortado o a flores esperando al sol abriéndose a tu paso.

A tu regreso, después de un intenso día, quisiera ser el aroma de tu hogar que te envuelve como una caricia o ser esa humilde planta que hoy ha abierto su primera flor por tus mimos o quizás ese viejo y mullido sofá que te abraza y reconforta.

Y al irte a dormir quisiera ser ese último pensamiento que te apacigua la mente o ser el suave calor que te relaja mientras tu cierras los ojos o quizás esa ilusión que te esperará a la mañana siguiente.


jueves, 2 de enero de 2014

Si esto es amor

Dame tu mano, la pongo sobre mi corazón... ¿notas su latido?... pum... pum... pum...

Ahora pongo mi mano sobre tu corazón... noto su latido... pom... pom... pom...

Mi mano la notarás temblorosa y el corazón acelerado, pero poco a poco se va calmando y acompasando el ritmo al tuyo, hasta que son uno solo... popum... popum... popum...

Así me siento y así te lo expreso, dime mi cielo:

Si esto es locura ¿estoy rematadamente loco?
Si esto es pasión ¿estoy absolutamente apasionado?
Si esto es amor ¿estoy profundamente enamorado?

miércoles, 1 de enero de 2014

En primavera

En primavera, será en primavera, cuando el sol caliente mi piel dormida por el frío invernal y sentiré el ligero soplo del viento en la cara, entonces, cerraré los ojos e imaginaré que son tus cabellos los que acarician mi mejilla, como aquella primera noche que te abracé por detrás y volveré a sentir como entrelazas tus dedos con los míos inundándome de felicidad.
 
En primavera, será en primavera, cuando los campos se inunden de flores de cientos de colores y te veré caminando entre ellas, entonces, tus andares me hablarán de armonía, como aquella primera noche que, a cada paso que dabas, todo lo iluminabas y tus caderas se mecían al ritmo musical mientras yo quedaba hipnotizado.

En primavera, será en primavera, cuando la tenue lluvia humedezca la tierra y el perfume de las flores inunde mi respirar, entonces, evocaré el aroma de tu piel, mareándome al sentir lo que sentí cuando tu olor se impregnó en mí en nuestro primer baile, tú el grácil cisne y yo el torpe ganso.

En primavera, será en primavera…