lunes, 25 de enero de 2016

Alma desangelada y rota

Apoyado en la barandilla del puente, ya con medio cuerpo suspendido en el vacío, como su alma, desangelada y rota, piensa en el sentido de sus actos y en las certezas de sus emociones.

Y, entonces, la vio llegar.

Ella le mira, como quien mira a un cachorro, con infinita ternura. Con mucha suavidad, casi temblando, le abraza y le dice que, pese a lo ocurrido, ella le quería con toda su alma.

Ahora recorren el camino de vuelta a casa, cogidos por la cintura, y él apoyando su cabeza en el hombro de ella, llorando desconsolado.



miércoles, 20 de enero de 2016

Te voy a contar un cuento

Deja que te cuente un cuento de esa niña que, al irse a dormir, leía cuentos que hablaban de amor, con príncipes azules y carrozas aladas, que le hacían sentir que su paraíso estaba por venir, mientras se quedaba adormilada.

Cuando llegó a la adolescencia su vida giró como un torbellino y en el centro el amor. Era enamoradiza y de galanes su mundo estaba lleno, aunque, muy huidiza, cada uno, le duraba lo que dura un suspiro, de los de amor.

Como adulta, conoció a su príncipe, del que se enamoró, y con él se casó, teniendo descendencia que fue, del amor, inicio de decadencia. Conoció muy feas palabras: olvido, angustia, depresión, soledad… y se hizo duro su corazón y allí le dejó.

De edad madura la tildan, aunque ella sólo se vea algo mayor. Ahora, al irse a dormir, ya no lee cuentos, ni novelas de amor, sólo piensa en conocer a un hombre bueno, que sea sincero y que la mire a los ojos sin temor. Sólo se permite pensar, de vez en cuando, que, tal vez, algún día alguien le diga: “Te voy a contar un cuento, en el que vives este amor que yo, por ti, ahora siento”

viernes, 15 de enero de 2016

Gatillazo a la francesa

Aurelio, entró en la Posada de las Almas como quién entra en su coto privado de caza, con la seguridad de que era capaz de cobrar cualquier pieza que se le pusiera a tiro. La noche estaba muy animada y, tras pedir en la barra su combinado, se dirigió a su “aguardo” favorito, desde donde divisar las mejores piezas.

Después de evaluar tres o cuatro posibilidades, sus ojos se posaron en una preciosa morena que sonreía mientras bailaba con un estilo muy sensual. Lo tuvo claro, con esa forma de moverse estaría muy receptiva a sus encantos. Se acercó a ella y se puso a un costado, para ser percibido lentamente, sin entrar con brusquedad en su campo de visión. Con la siguiente canción, inició él su más exótico baile y, en cuanto ella dio muestras de cierto interés, le dedicó las miradas y contoneos adecuados de entrega a una belleza.

La conexión fue rápida y en poco tiempo se produjeron los primeros roces de ambos cuerpos bailando en sensual cadencia, saltando chispas, que más parecían relámpagos. Tras media hora de éxtasis, él posó una mano en la cadera de ella y con la otra le mostró el camino de la barra, a lo que ella asintió levemente con la cabeza.

Ya en la barra, dijo –Me llamo Aurelio, ¿y tú?, contestando ella –je m'appelle Celine. Aurelio pone cara de asombro y dice –¡oh, francesa!, –¡oui!, respondió ella con una ligera risita, –¿y qué tal te defiendes con el español?, preguntó él, a lo que ella respondió –comme ci comme ça (así, así), acompañado con unos giros de su mano, –pues yo de francés de poco a nada, pero vamos, que el idioma no tiene porqué ser un obstáculo, dijo él, con su más cautivadora sonrisa, contestando ella –Oh, si vous saviez! (Ay, si tú supieras), poniendo cara enigmática.

Se miraron y tantearon, casi sin cruzar palabra, mientras les duró la bebida, tras lo cual volvieron a la pista y se comunicaron sólo con el ancestral movimiento de atracción que provocan dos cuerpos que se buscan y se encuentran al ritmo de la música.

En la siguiente parada para refrescarse, tras unos pocos sorbos y unas elocuentes miradas, Aurelio le pregunta –¿te gustaría ir a algún sitio más íntimo?, a lo que ella responde –bien sûr (claro que sí)

Ya fuera del local, cogidos de la mano, se dirigen al hotel cercano y, una vez en la habitación, se lanzan a un cuerpo a cuerpo devastador para sus prendas de ropa que quedan esparcidas por todos lados.

Llegado el momento trascendental, Aurelio se da cuenta de que algo no funciona bien en él y que la erección inicial ha desaparecido. Con mirada consternada se dirige a Celine –lo siento, no sé lo que pasa, nunca me había pasado esto; ella pasa de una cara de asombro a una totalmente risueña hasta que rompe en una sonora carcajada, él se pone rojo de vergüenza y dice –no entiendo que esto te parezca gracioso, aunque no me entiendas.

Ella, después de varias carcajadas más, y tras conseguir ponerse algo seria, le responde –mira majo, te va a salvar que, en realidad, yo sea de Teruel y las ganas que tengo de que me pongas mirando para Cuenca; la cara de Aurelio es todo un poema y ya no sabe de qué color ponerse. Finalmente, ella se incorpora y le tumba sobre la cama, poniéndose a horcajadas sobre él; le mira intensamente y le dice –¡vamos hombre, que tú puedes! Te pongo yo a tono en un momento, sólo has tenido un “Gatillazo a la francesa”.

miércoles, 13 de enero de 2016

Él y ella

Él, hacía tiempo que había pasado la segunda adolescencia que pasan muchos hombres más allá de los cuarenta, en la que, como si fuese imperativo de la naturaleza, unas caderas sensuales o unos pechos turgentes anulan su voluntad y control, disponiéndose a la caza como si su supervivencia estuviera condicionada a ese acto; reconduciendo su existencia, primero con pequeños gestos: comprando ropa nueva, adelgazando, moldeando su figura en el gimnasio… , siguiendo, a continuación, con una remodelación de su vida social: saliendo con amigos después del trabajo, apuntándose a cursos de baile o de escritura… ; llevándole todo ello a un destino inevitable de ruptura de su matrimonio y al distanciamiento con sus hijos, sólo paliado por sus encuentros quincenales.

Ella, se encontraba, recién pasada la época depresiva en la que cayó tras su divorcio con el ser apático, gandul e indolente, en el que se había convertido su marido, en una búsqueda de su propia esencia que la había colocado en la senda de la autoafirmación y el crecimiento personal, valorándose, intelectual, física y socialmente, en su justa medida, tras haber superado la sima en la que había ido cayendo durante años y de la que salió a flote gracias al salvavidas que supuso la, autoimpuesta, total dedicación a sus hijos.

Él y ella, cruzaron sus caminos una fría tarde de invierno, tras un leve incidente de tráfico, saldado con unos ligeros desperfectos en sus coches. Decidieron que, debido al mal tiempo, era mejor aparcarlos y rellenar el parte de accidente en la chocolatería cercana. Allí, una vez resuelto el trámite, pasaron la tarde, sin apenas ser conscientes del paso del tiempo, charlando sobre sus vidas. Al despedirse intercambiaron teléfonos por si surgiera algún problema con los seguros.

Ella y él, pasaron varios días pensando en el otro y en lo agradable que resultó aquella tarde y en el deseo de repetir la experiencia. Ya no recuerdan si fue él o ella quien llamó al otro para saber si había ido bien con el seguro porque, ella y él, desde entonces, se llamaron a menudo, se vieron y se reconocieron y, poco a poco, fueron creando una relación.

Él y ella, finalmente, vivieron juntos y disfrutaron de muchos inviernos pegado el uno a la otra, debajo de una manta, charlando, riendo, acariciándose y compartiendo todo aquello que les hacía felices.

 

martes, 12 de enero de 2016

Por si mañana no estuviera

Por si mañana no estuviera, a diario, digo que te quiero.

Si la vida tiene un sentido, sentido no tiene buscarlo, mírala siempre con agrado y piensa, amor, en lo vivido. Quizá sea ángel, o demonio, el que, sin pena, a por mí venga, o la nada ahora me envuelva, pero me iré de amor eufórico. Semillas de amor he mandado, y, a mi vez, las he recibido, amando a mis seres queridos y al corazón necesitado.

Pero si mañana no estoy al amor vuelve como hoy.

sábado, 2 de enero de 2016

No hay mayor desamor que el olvido

Hoy le pregunto a la luna por el amor y ella responde que, de los dos amores que tiene, lo que más importa no es el resplandor; y me cuenta que cuando ella duerme porque la tierra, su hija, no le deja ver a su amado, el sol, le escribe poemas de amor y que, luego, mientras crece en ella la luz de su amado se los va recitando para que no olvide lo que le quiere, que no hay mayor desamor que el olvido y que por mucho tiempo que lleven juntos cada momento por él iluminado es nuevo e ilusionante; y cuando de luz ya está llena escribe nanas para su niña, la tierra, y cada noche, mientras va menguando, se las va cantando; y así, la tierra, siempre amada por su padre el sol y por su madre la luna, se siente querida, iluminada y adormecida.