domingo, 21 de septiembre de 2014

Siento, pienso, recuerdo e invento

Siento: acabas de marchar y me paseo por el jardín, saboreando uno de esos cigarrillos que sí se disfrutan, pensando en ti.

Pienso: cómo todo lo ocurrido o dicho a tu lado se transforma, como por arte de magia, en recuerdos, en momentos que acrecientan el gran tesoro acumulado de emociones y sensaciones a cada cual más intensa y preciosa. 

Recuerdo: que la armonía que nos acompaña desde nuestros primeros momentos no decae, sino que se acrecienta y lo envuelve todo.

Invento: los momentos que están por llegar, buscando qué mirada, palabra o situación te elevará más o te procurará paz y sosiego, haciéndote resplandecer de felicidad.

Y cuando siento, pienso, recuerdo o invento tu sonrisa todo lo ocupa porque tú eres lo que siento, pienso, recuerdo e invento.

martes, 16 de septiembre de 2014

Un abrazo

¿Por qué nos cuesta tanto decir «te quiero»?

La realidad, de la sociedad en la que vivimos, nos muestra que es poco propicia para la expresión de emociones, con la salvedad, y a veces ni eso, de cuando lo hacemos con nuestros hijos. El asunto se agrava si nos referimos al sector masculino de la misma que, tras décadas y siglos, encorsetado, cuando no coartado, por el temor a que se pueda poner en duda su masculinidad, casi llegamos a tener una incapacidad (alexitimia) para expresar abiertamente nuestras emociones, sobre todo las positivas: alegría, amor, afinidad, amabilidad, gentileza, confianza, devoción… ; ya que, con las negativas: cólera, miedo, tristeza, vergüenza, pena, remordimiento, culpa, desdén, menosprecio, asco… , es más tolerable expresarse socialmente.

Es curioso observar cómo la era tecnológica nos ha traído unas herramientas que, en parte, ha paliado el problema. Los emoticonos y las imágenes, con o sin texto, han hecho furor en las redes sociales como signos de expresión emocional y así, a poco que nos fijemos, podremos conocer el estado emocional de conocidos, amigos o familiares.

Espero y deseo que llegue el momento en el que sea habitual transmitir emociones en nuestro entorno, ello nos hará ser mejores personas porque gozaremos de un mayor equilibrio, daremos y recibiremos más afecto y se compensaran más y mejor las emociones negativas.

Si estás leyendo esto es que te conozco, aunque sea de forma virtual, y puedes tener la seguridad de que la próxima vez que nos veamos es difícil que escapes de que te dé un abrazo o dos besos, mientras con una sonrisa y una mirada te diré cuanto te aprecio o te quiero.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Belest

Dicen que, durante el reinado de Intef III, quinto faraón de la dinastía XI de Egipto, el Gobernador de los Desiertos del Este tuvo una hija, llamada Belest, con un rostro de aspecto físico nada agradable a sus contemporáneos. Esto, en sí mismo, no sería noticia, ni siquiera se podría considerar cotilleo, si no fuera porque con el paso de los años la pobre criatura de tanto verse caricaturizada se quedó traumatizada y, en su adolescencia, tras quedar prendada, y profundamente enamorada, de Mentuhotep, hijo del faraón, inició una búsqueda desesperada de algún remedio que reparara el desaguisado cometido por la naturaleza con ella.

Pasó horas rezando a Anubis, patrón de los embalsamadores, y probando todos aquellos remedios que los sacerdotes la ofrecían. Su carácter se fue agriando, hasta tal punto que su crueldad se hizo famosa tras ordenar el sacrificio de un sacerdote que se avino a punzar su rostro con una sustancia milagrosa, quedando sus labios y pómulos hinchados.

Tras ello, el sumo sacerdote tomó cartas en el asunto, ordenando que fuera envenenada y preparando él mismo las fórmulas mágicas necesarias, recogidas en el Libro de los Muertos, para que, cuando el espíritu de Belest llegara a la Sala de las Dos Verdades, no obtuviera un resultado favorable o desfaborable y no fuera llevado ante Osiris, ni ante Ammit y su espíritu encerrado en una botella, que él mismo lanzó al mar, vagara por toda la eternidad sin sosiego.

Por azar o por destino, que nunca se podrá estar seguro, la botella vagó durante miles de años por incontables mares y océanos, hasta que (formando esto ya parte de las leyendas urbanas de nuestro tiempo), la misma, fue a parar a una playa gaditana, dónde una joven madrileña la recogió y abrió, saliendo el espíritu de Belest y entrando ella.

Dicen que el maleficio se apoderó de la joven y, también dicen las malas lenguas, que el nombre de esa madrileña es Belén Esteban, pero ya sabéis lo que pasa con las leyendas urbanas, y con la maledicencia de la gente, que todo parecido con la realidad es pura coincidencia.

martes, 9 de septiembre de 2014

Ya había tomado su decisión

María pasa sus últimas horas de vacaciones tomando el sol en la Playa de Poniente, intentando relajarse leyendo un libro, pero no consigue concentrarse en la lectura, su mente es un volcán a punto de estallar. Había cogido esa semana de vacaciones para pasarla en soledad y así poder ordenar sus ideas y emociones.

Rafa había entrado en su vida con placidez, le conoció durante un fin de semana que dedicó a hacer senderismo, se lo presentó una amiga común mientras caminaban la primera jornada. A partir de ese momento se hicieron inseparables y caminaban y hablaban sin cesar, contándose anécdotas de todo tipo, hablando sobre sus gustos y aficiones, amores pasados, trabajo, familia… Quedaron otro fin de semana, ellos solos, para recorrer otros caminos y continuar con ese conocimiento mutuo que aporta las charlas interminables, sin aburrimiento y sin urgencias.

Cuando Rafa la besó por primera vez sintió que nunca antes la habían besado igual, con una ternura infinita, con una dedicación absoluta, resultando un beso imborrable que la marcó muy profundo en el corazón. Cuando esa noche hicieron el amor, María experimentó, por primera vez en su vida, lo que era la entrega total, el placer compartido sin trabas ni egoísmos, la dedicación al otro por encima de uno mismo y, cuando después el sueño la empezó a vencer, supo que su vida tomaba allí un nuevo rumbo, como el que experimenta un barco que ha permanecido mucho tiempo en aguas calmas, sin moverse, y una racha de un intenso viento infla sus velas y lo empuja con fuerza y decisión surcando a gran velocidad ola tras ola.

Desde entonces, intentó sacar tiempo, de donde no tenía, para hacer escapadas fugaces de horas, pasar días alocados y algún fin de semana de “senderismo”, siempre al encuentro de Rafa, pero, sobre todo, en busca de ternura, anhelando su sonrisa eterna, su mirada intensa de hombre entregado, su pasión a veces desbordada y otras controlada.

Ahora debía tomar una decisión: lanzarse al vacío e iniciar una nueva vida junto a Rafa o continuar con la que tenía, con sus dos hijos y con su marido, una buena persona y buen compañero, pero hacía mucho tiempo que entre ellos se había agotado el amor y la pasión, quedando en una relación cómoda, sin sobresaltos, en la que permanecía el cariño.


Percibió a lo lejos una figura que, andando por la playa, caminaba en su dirección. Estaba a contraluz y no podía distinguir sus facciones, pero el andar y la figura eran tan idénticas a las de Rafa que debía y tenía que ser él, su corazón se desbocó oprimiéndole el pecho, se levantó y decidió esperar hasta que la figura fuera totalmente visible.

Fuese o no fuese Rafa, el que caminaba hacia ella, ya había tomado su decisión…

lunes, 8 de septiembre de 2014

Si alguna vez me preguntas

Si alguna vez me preguntas cuánto te quiero te podría responder que hasta la Luna y más allá, sin ser una medida de distancia, ni del tiempo que se tardaría en llegar a ese lugar, ni siquiera de intensidad para conseguir tal anhelo, sólo sería un intento superfluo de cuantificar algo incuantificable.

Eres tan importante para mí, y te quiero tanto, que ya formas parte de mi ser: te pienso a cada instante, ya sea tomando cañas en Aljalvir o cuidando las plantas en el jardín; te siento cuando estás cerca, pegada a mí, como en la distancia, como si fueras mi otro perfil; atesoro cada momento vivido a tu lado e imagino los que están por vivir; te deseo como al más rico tesoro y por ti, como si fueras mi religión, también imploro; te huelo en las flores y en cada fragancia que me recuerda tu piel, como si fueran del cielo olores; sacias mi sed como agua clara en calurosa mañana o como néctar de dioses si yo te tomara; y dormido te sueño, ¡por Dios, cómo te sueño!, y despierto te ensueño.

Por eso, si alguna vez me preguntas cuánto te quiero te podría responder: hasta la Luna y más allá…

viernes, 5 de septiembre de 2014

Te vuelvo a ver

Esta noche te vuelvo a ver, como si fuera el primer día, como si no existiera el ayer y hubiera olvidado lo que nos unía.

Te miraré con un suspiro, como se mira a una diosa, y te escucharé así rendido, como se escucha lo que importa.

Será como un gran duelo, entre el quiero y el querré, así me sentiré completo, y algo asustado, pero no huiré.

Jamás daré la batalla por perdida, nunca pensaré que ya lo he ganado todo, es tanto lo que me fascinas que no me daré nunca reposo.

Quiero ser tu más preciado tesoro, el Adán de tu paraíso, para tus deseos siervo devoto y, por siempre, tu más sólido navío.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Llega el otoño

Acabó agosto y los primeros indicios del final del verano se hacen patentes cuando se empiezan a agostar las tomateras, quedando descolocado cuando siento el flujo desbordado que da el pensamiento de todo un año pasado; parece que fue ayer y, también, una eternidad ha pasado. Por cientos se cuentan los días y por miles los sentires acaecidos, decenas los nuevos rostros conocidos y otros tantos los recordados que, desde entonces, no volvieron, pero se les echó de menos porque allí estuvieron. Con el alma hundida y luego encumbrada, y por momentos anonadada, fueron pasando los días de este intenso año, tal como un caminante, de un andar por camino seco y pedregoso, sacando fuerzas de flaqueza y fortaleciendo las adormecidas piernas que buscaban su destino. Ahora el paso es firme y el horizonte despejado, cada momento vivido ha sido sentido muy adentro, para retornar después a flor de piel a modo de sonrisa, transfigurando el gesto en plácida estancia que recibe cada nuevo día como un regalo y cada contacto con otros como una suerte de maná vivificante. Llega el otoño y me siento preparado para recibir en mi rostro la lluvia que limpie el polvo del pesar, sabiendo que mi corazón por siempre estará tatuado con un mensaje de amor.