martes, 29 de abril de 2014

Mira más cerca

A veces pensamos en el universo, miramos las estrellas y constelaciones, buscando esa energía que lo puebla y que puede dar sentido y dirección a todo, quizás sólo nos quedamos con la pincelada que nos da la astrología y esperamos que nuestro signo zodiacal sea el agraciado, puede ser que nos quedemos en la guía que supone nuestra religión y pidamos, recemos u oremos para que nuestra vida mejore.

¡Más cerca, mira más cerca!

No descartamos que todo esté prefijado, que el destino sea inamovible y que todo lo que ocurre tiene una razón y un porqué. Así, ansiamos que esa porción de lo no ocurrido todavía sea esta vez más propicia y que, durante un tiempo, podamos gozar del bienestar que otros sí disfrutan.

¡Más cerca, mira más cerca!

Por pedir que no quede y si no es el destino entonces que sea la suerte, el azar, la fortuna o la ventura. En este caótico mundo casi todo es casualidad o potra y si no es la primitiva entonces será la quiniela, así mi vida estará colmada de bienes que me llevarán a estar lleno de dicha.

¡Más cerca, mira más cerca!

¡Ay, si yo tuviera… ¡ una mujer más guapa y cariñosa, un trabajo estable y bien remunerado, unos hijos más aplicados y obedientes, unos vecinos menos coñazo, una peña de amigos más inteligentes y graciosos… con lo que yo valgo y qué poco me valoran.

¡Más cerca, mira más cerca!

La tenemos tan cerca, tan a mano, que no la vemos las más de las veces. Mitificamos la felicidad como algo etéreo y complicado que alcanzaremos en un futuro en el que se den las condiciones necesarias de salud, dinero y amor.

La felicidad es la suma de las mínimas, pequeñas o grandes satisfacciones que a diario nos da la vida. Cada momento es único e irrepetible: dando cariño e ilusión al enfermo o al afligido; recordando con amor a los que nos dejaron; abrazando porque sí a nuestros amigos; ayudando por nada a nuestro vecino; realizando bien nuestro trabajo; adorando a nuestros hijos; amando irresistiblemente a nuestra pareja; sonriendo por un día soleado o por la maravillosa lluvia que coloreará los campos; corriendo, saltando, cocinando, descansando, imaginando, descubriendo, ilusionando, …

¡Más cerca, mira más cerca!


lunes, 28 de abril de 2014

Fuerza interior

Podrá poblarse de ausencia la mañana, la tarde podrá vestirse de soledad y la noche, sin miramientos, podrá traer aquellos pensamientos que nos atenazan el corazón y perturban el alma. Pero tú sabrás convertir, con la fuerza interior que te acompaña, la ausencia en deseo, posibilidad o anhelo; la soledad en reflexión, conocimiento y afirmación; y así, la noche sólo podrá traer satisfacción, coherencia, calma y una mirada positiva al despertar.

miércoles, 23 de abril de 2014

Semana Santa Sevillana: Las otras bullas

Hablar de la Semana Santa Sevillana y hacerlo en clave de culto, devoción o religiosidad es quedarse en la superficie, sería no haberla vivido plenamente, con emocionalidad y alegría, alejados siempre del “recogimiento castellano”. Este periodo de tiempo, para buena parte de la población de Sevilla (la otra parte se va a la playa), se convierte en una actividad social frenética, donde se dan cita varias características que conforman la idiosincrasia sevillana.

Lejos de los estereotipos de señoritos, capillitas, canis o pies negros, macareno o trianero, hay en los sevillanos un profundo arraigo en el saber estar, las buenas formas, por supuesto, de sevillanas maneras y de relación social, mucha y variada relación social: ellos de traje y corbata, con la chaquetita bien plantá y su pañuelito en el bolsillo, aunque a ciertas horas algo de sport con estilo, ellas peineta y mantilla o de traje, uno para cada día y si son dos al día mejor que mejor; ya sea en la carrera oficial o en el tapeo, saludar a todos a la llegada, preguntar por la salud y los parientes, nuevos o ausentes, hablar sobre las incidencias sociales de todo el año, de las disputas o diferencias entre cofradías y, al marchar, repartir buenos deseos de salud y bienestar; el arte de la opinión, en una conversación banal a la vez que profunda, sobre cualquier cosa, con la copa de vino, o cervecita, en la mano, a cualquier hora del día, cualquier día de la semana, degustando una tapita de adobo, de pringá o rabo de toro, quizás sólo unas olivas, pasando las horas con los compadres o tan solo conocidos.

En definitiva, hay que vivir la Semana Santa Sevillana desde las bullas, sean éstas las formadas para ver los pasos o aquellas otras que a todas horas se forman, tanto dentro como fuera, de las innumerables tasquitas que hay que visitar por el centro.

"¡Tos por igua valientes, al cielo con ella!"


martes, 22 de abril de 2014

Semana Santa Sevillana: Devoción

He sido un espectador privilegiado de Semana Santa Sevillana, decir que ha sido impresionante es decir poco. El espectáculo de luces en los edificios y miles de cirios ardiendo deslumbra a cada momento, la amalgama de colores de túnicas, uniformes, trajes, mantos… parece una mezcla divina, el estruendo de sonido de las bandas de música y miles de gargantas murmurando eriza la piel para, a continuación, extasiarse con el silencio sólo roto por una vibrante garganta saetera, aliñado con el intenso olor a incienso, vainilla y flores, todo ello es tan inmenso que, a veces, los sentidos no son capaces de abarcar lo vivido y te tienes que conformar con instantáneas parciales.


Una de esas instantáneas, que no se borrará de mi memoria, la capté en la Madrugá, en el tramo de la carrera oficial donde me encontraba, cuando una joven y bella sevillana se levantó de su asiento al hacer aparición la Cruz de Guía de la Hermandad de la Macarena, anudó a la barandilla la medalla de la hermandad de un ser querido, ya ausente para siempre, y así permaneció hasta que pasó el último de los miles de nazarenos que componen esta hermandad.

Cuando paró el paso de Cristo de la Hermandad de la Macarena, el Cristo de la Sentencia, para el relevo de costaleros (figura que ejemplifica como pocas la entrega, pasión, esfuerzo, dedicación y trabajo en esta Semana Santa), que salían agotados pero felices, levantó la mirada hacia el Jesús de la Sentencia y, con la cámara, pude captar la devoción en estado puro.

miércoles, 16 de abril de 2014

Semana Santa Sevillana: Inicio

Un ateo en la Semana Santa Sevillana

Miércoles:

El AVE sale puntual, son las 9 am de un precioso y soleado día de primavera. El paisaje discurre a gran velocidad mientras escucho una opera, la escena casi parece irreal, de película.

"Sevilla siempre" dijo Colón, también lema de la Expo y ahora yo cojo prestadas esas dos palabras para que me acompañen en este viaje, a la Sevilla de siempre, mezcla de fiesta y rito, religiosidad y folclore. Aún a kilómetros de ella ya la imagino.

Al llegar percibo Sevilla como siempre: vibrante, colorida, magnífica... Después comer, descanso y a las bullas.

Primero el Carmen saliendo. El gentío guarda silencio hasta que la banda Los Reyes tocan el himno nacional y oh!! me emociono, como lo hace el resto. Este sentir estaba casi olvidado pero la piel ha sido rápida en transmitir ese cosquilleo al resto del cuerpo. Cuando el paso se aleja, y ya casi no oigo la marcha, recupero "el sentio"

Después una refrescante ducha y a pillar La Lanzada. Las tallas magníficas, como todas, pero destaca el caballo del lancero, transmite movimiento al conjunto. El movimiento que realizan los costaleros, siguiendo el compás de la banda, impresiona y las imágenes parecen cobrar vida.

Ahora, ya relajado, tomando un café, siento a Sevilla, la Sevilla de siempre, la Sevilla nuestra que tan bien nos acoge. En las horas que aquí llevo todos sonríen, amables.


miércoles, 9 de abril de 2014

Qūnkatu

Quizás esta historia sucedió en Qūnkatu, en el año 1177, o quizás nunca sucedió y sólo sea producto de mi imaginación.

Saíd recuerda, mientras prepara dos caballos, cómo en primavera fue asignado a la guardia del Caíd, Abu Beka, y cómo éste le encomendó la misión de la protección de su hija Zaida, siendo todo un honor tal distinción. Hasta ese momento se consideraba un soldado disciplinado y valiente y sus únicas preocupaciones eran, fuera de las batallas, mantener su equipo y su cuerpo siempre preparados para la acción, pero, desde el primer día de su nueva misión, algo cambió dentro de él. Zaida era la mujer más bella que había conocido, destacando sus grandes y oscuros ojos, eran tan negros que no parecían tener fondo y que cualquier hombre se podría perder en esa mirada.

No podrá olvidar, mientras viva, la primera vez que oyó su suave y cantarina risa, y cómo una oleada de placer recorrió su cuerpo. Su mundo cambió de epicentro y no estaba preparado para ello, pasó noches en vela intentando ordenar sus ideas y emociones y sólo consiguió que ella se anclara en todos y cada uno de sus pensamientos.

Zaida recuerda lo apuesto que le pareció el guerrero que le puso su padre como escolta, siempre con la mirada baja, intentando no mirarla a los ojos, cómo en los días siguientes su cercanía la hacía vibrar de emoción y cómo la ilusión fue creciendo en ella. Su padre la quería comprometer con el Caíd de Toledo, hombre mayor y adusto, nada de su agrado; así que cuando empezó a sentirse atraída por su gentil guardaespaldas tuvo claro que ya no sería de otro hombre.

Durante las semanas siguientes las distancias entre ellos se fueron acortando, tanto física como emocionalmente. Ella no dejaba pasar ninguna oportunidad para tocar ligeramente la mano de su guardián, ya fuera dejando caer, a propósito, algún objeto en el mercado u olvidando pañuelos o alhajas durante sus interminables paseos, permitiendo que su gentil hombre se lo acercara. Al principio podía percibir el ligero temblor de la mano de él, pero con el paso del tiempo a quién le temblaba la mano era a ella, cuando él le empezó a responder con una leve caricia de sus dedos.

Para Saíd, aquella noche marcará el principio de una nueva vida, se dirige con otro caballo y otro uniforme de soldado al encuentro con su amada. Sabe que si es interceptado su cabeza rodará al instante, por ello toma todas las precauciones posibles llegando al portón de los jardines de palacio cuando ya despunta el alba. Toca ligeramente la aldaba y el portón se abre, saliendo su amada y abrazándose a él con pasión.

El 27 de julio, los desesperados conquenses, hicieron una salida, casi suicida, atacando el campamento cristiano, dónde pernoctaban las tropas que sitiaban la ciudad desde enero. Aprovechando el tumulto de la refriega dos caballos salen de la formación y toman camino siguiendo la hoz del Huécar, para, a continuación, perderse en dirección a la serranía.

En este punto de la historia se pierde la pista de los dos enamorados, quizás murieran antes del 21 de septiembre, cuando la ciudad se rindió, por alguna enfermedad o en alguno de los ataques de manganas y trabucos cristianos, o bien pudieran ser las dos figuras que huyen de la ciudad, quizás fueran apresados por cristianos o quizás, más tarde, por tropas musulmanas, pero no seré yo quien ponga límites a la imaginación y bien pudiera ser que Zaida y Saíd lograran huir hasta Valencia y allí consiguieran vivir su amor a orillas del mediterráneo, con tranquilidad, siendo felices para siempre.

jueves, 3 de abril de 2014

Tu sonrisa

Todas las noches miro las estrellas, busco las constelaciones e imagino la inmensidad del universo que me rodea y, al hacerlo, me envuelve una hermosa energía que me hace flotar y me traslada en el tiempo y el espacio y me acerca a ti. Cuando en el duro invierno te empecé a imaginar no imaginaba, ni en mis mejores sueños, lo que llegaría a sentir, tan colmado de emociones que, a menudo, me desbordan.

Como un eco del pasado llegan aquellas palabras “En primavera, será en primavera…” y las siento muy lejanas, casi extrañas, porque tus cabellos ya acarician mis mejillas, porque he sentido todas y cada una de las veces que has entrelazado tus dedos con los míos, porque tus andares me hablan de armonía y porque el aroma de tu piel siempre está impregnado en mí.

Y, por encima de todo, tu sonrisa, ¡ay, tu sonrisa!, la llevo pegada al alma, para mí es tan bella que la más bella flor palidecería y marchitaría de tristeza si pudiera tan solo intuir la hermosura que percibo cada vez que tus labios obran el milagro que representa para mis ojos.