miércoles, 3 de septiembre de 2014

Llega el otoño

Acabó agosto y los primeros indicios del final del verano se hacen patentes cuando se empiezan a agostar las tomateras, quedando descolocado cuando siento el flujo desbordado que da el pensamiento de todo un año pasado; parece que fue ayer y, también, una eternidad ha pasado. Por cientos se cuentan los días y por miles los sentires acaecidos, decenas los nuevos rostros conocidos y otros tantos los recordados que, desde entonces, no volvieron, pero se les echó de menos porque allí estuvieron. Con el alma hundida y luego encumbrada, y por momentos anonadada, fueron pasando los días de este intenso año, tal como un caminante, de un andar por camino seco y pedregoso, sacando fuerzas de flaqueza y fortaleciendo las adormecidas piernas que buscaban su destino. Ahora el paso es firme y el horizonte despejado, cada momento vivido ha sido sentido muy adentro, para retornar después a flor de piel a modo de sonrisa, transfigurando el gesto en plácida estancia que recibe cada nuevo día como un regalo y cada contacto con otros como una suerte de maná vivificante. Llega el otoño y me siento preparado para recibir en mi rostro la lluvia que limpie el polvo del pesar, sabiendo que mi corazón por siempre estará tatuado con un mensaje de amor.

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