viernes, 15 de enero de 2016

Gatillazo a la francesa

Aurelio, entró en la Posada de las Almas como quién entra en su coto privado de caza, con la seguridad de que era capaz de cobrar cualquier pieza que se le pusiera a tiro. La noche estaba muy animada y, tras pedir en la barra su combinado, se dirigió a su “aguardo” favorito, desde donde divisar las mejores piezas.

Después de evaluar tres o cuatro posibilidades, sus ojos se posaron en una preciosa morena que sonreía mientras bailaba con un estilo muy sensual. Lo tuvo claro, con esa forma de moverse estaría muy receptiva a sus encantos. Se acercó a ella y se puso a un costado, para ser percibido lentamente, sin entrar con brusquedad en su campo de visión. Con la siguiente canción, inició él su más exótico baile y, en cuanto ella dio muestras de cierto interés, le dedicó las miradas y contoneos adecuados de entrega a una belleza.

La conexión fue rápida y en poco tiempo se produjeron los primeros roces de ambos cuerpos bailando en sensual cadencia, saltando chispas, que más parecían relámpagos. Tras media hora de éxtasis, él posó una mano en la cadera de ella y con la otra le mostró el camino de la barra, a lo que ella asintió levemente con la cabeza.

Ya en la barra, dijo –Me llamo Aurelio, ¿y tú?, contestando ella –je m'appelle Celine. Aurelio pone cara de asombro y dice –¡oh, francesa!, –¡oui!, respondió ella con una ligera risita, –¿y qué tal te defiendes con el español?, preguntó él, a lo que ella respondió –comme ci comme ça (así, así), acompañado con unos giros de su mano, –pues yo de francés de poco a nada, pero vamos, que el idioma no tiene porqué ser un obstáculo, dijo él, con su más cautivadora sonrisa, contestando ella –Oh, si vous saviez! (Ay, si tú supieras), poniendo cara enigmática.

Se miraron y tantearon, casi sin cruzar palabra, mientras les duró la bebida, tras lo cual volvieron a la pista y se comunicaron sólo con el ancestral movimiento de atracción que provocan dos cuerpos que se buscan y se encuentran al ritmo de la música.

En la siguiente parada para refrescarse, tras unos pocos sorbos y unas elocuentes miradas, Aurelio le pregunta –¿te gustaría ir a algún sitio más íntimo?, a lo que ella responde –bien sûr (claro que sí)

Ya fuera del local, cogidos de la mano, se dirigen al hotel cercano y, una vez en la habitación, se lanzan a un cuerpo a cuerpo devastador para sus prendas de ropa que quedan esparcidas por todos lados.

Llegado el momento trascendental, Aurelio se da cuenta de que algo no funciona bien en él y que la erección inicial ha desaparecido. Con mirada consternada se dirige a Celine –lo siento, no sé lo que pasa, nunca me había pasado esto; ella pasa de una cara de asombro a una totalmente risueña hasta que rompe en una sonora carcajada, él se pone rojo de vergüenza y dice –no entiendo que esto te parezca gracioso, aunque no me entiendas.

Ella, después de varias carcajadas más, y tras conseguir ponerse algo seria, le responde –mira majo, te va a salvar que, en realidad, yo sea de Teruel y las ganas que tengo de que me pongas mirando para Cuenca; la cara de Aurelio es todo un poema y ya no sabe de qué color ponerse. Finalmente, ella se incorpora y le tumba sobre la cama, poniéndose a horcajadas sobre él; le mira intensamente y le dice –¡vamos hombre, que tú puedes! Te pongo yo a tono en un momento, sólo has tenido un “Gatillazo a la francesa”.

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