miércoles, 23 de abril de 2014

Semana Santa Sevillana: Las otras bullas

Hablar de la Semana Santa Sevillana y hacerlo en clave de culto, devoción o religiosidad es quedarse en la superficie, sería no haberla vivido plenamente, con emocionalidad y alegría, alejados siempre del “recogimiento castellano”. Este periodo de tiempo, para buena parte de la población de Sevilla (la otra parte se va a la playa), se convierte en una actividad social frenética, donde se dan cita varias características que conforman la idiosincrasia sevillana.

Lejos de los estereotipos de señoritos, capillitas, canis o pies negros, macareno o trianero, hay en los sevillanos un profundo arraigo en el saber estar, las buenas formas, por supuesto, de sevillanas maneras y de relación social, mucha y variada relación social: ellos de traje y corbata, con la chaquetita bien plantá y su pañuelito en el bolsillo, aunque a ciertas horas algo de sport con estilo, ellas peineta y mantilla o de traje, uno para cada día y si son dos al día mejor que mejor; ya sea en la carrera oficial o en el tapeo, saludar a todos a la llegada, preguntar por la salud y los parientes, nuevos o ausentes, hablar sobre las incidencias sociales de todo el año, de las disputas o diferencias entre cofradías y, al marchar, repartir buenos deseos de salud y bienestar; el arte de la opinión, en una conversación banal a la vez que profunda, sobre cualquier cosa, con la copa de vino, o cervecita, en la mano, a cualquier hora del día, cualquier día de la semana, degustando una tapita de adobo, de pringá o rabo de toro, quizás sólo unas olivas, pasando las horas con los compadres o tan solo conocidos.

En definitiva, hay que vivir la Semana Santa Sevillana desde las bullas, sean éstas las formadas para ver los pasos o aquellas otras que a todas horas se forman, tanto dentro como fuera, de las innumerables tasquitas que hay que visitar por el centro.

"¡Tos por igua valientes, al cielo con ella!"


No hay comentarios:

Publicar un comentario