lunes, 20 de enero de 2014

Karlos

En el pabellón, abarrotado de público, se hizo el silencio más absoluto, nadie quería perderse la apoteosis final de la gran actuación a la que estaban asistiendo y, casi sin pestañear, observaban las evoluciones del mago en el escenario.

Dos palabras salieron de su boca, resonando repetidas con el eco de la sala -La Creación, tras lo cual una suave música se extendió por la gran sala y el mago, de su chistera, sacó una pequeña bola brillante, extendió la mano y suavemente la fue retirando, quedando la bola suspendida en el aire. Ahora con las dos manos, a escasa distancia de la misma, empezó a girarla sin tocarla, a cada giro el tamaño de la bola crecía así como su velocidad y la intensidad del brillo se iba tornando de un amarillo intenso, pequeñas lenguas de fuego empezaron a emerger de su superficie y, en poco tiempo, un gran sol estaba sobre el escenario iluminándolo todo con gran intensidad pero sin cegar.

El mago dio impulso a la bola y ésta se dirigió hacia el público, a la altura de sus cabezas. Los espectadores de las primeras filas se encogieron en sus asientos, hasta que un atrevido subió su brazo tocándola, su mano fue atravesada lentamente sin detenerse, mientras el atónito espectador gritaba -¡Qué cálido! Ya todos los espectadores fueron levantando sus manos y, con exclamaciones de gozo, acariciando el sol que se movía entre ellos.

Mientras, en el escenario, el mago sacaba otra bola de la chistera y repetía la operación. Esta vez el color de la bola era de un rojo tierra, lanzándola hacia el público, donde comenzó a girar alrededor de la primera. La escena se volvió a repetir con una bola de color azul, otra con unos preciosos anillos a su alrededor y así hasta completar un enorme sistema solar que giraba alrededor de los espectadores.

La voz del mago volvió a resonar -Y ahora la vida, extendió los brazos y de sus dedos salieron unos rayos que fueron a chocar con cada uno de los planetas y el sol, todos ellos comenzaron a crecer de nuevo hasta que el gran sol estalló, entonces de las chispas surgieron miles de mariposas que revoloteaban entre el público, a continuación lo que parecía la Tierra hizo lo mismo y decenas de palomas blancas volaron hacia el techo, cuando llegó el turno del gran Júpiter se creó como un pequeño tornado del que empezaron a caer flores de todos los colores y los anillos de Saturno se convirtieron en dos pavos reales que surcaron el pabellón hasta posarse en el escenario, uno a cada lado del mago, abriendo sus espectaculares colas.

El público era un clamor, los aplausos atronaban, los ¡Bravo! resonaban al unísono en cientos de gargantas, mientras en el escenario el mago, con su larga y brillante capa, se quitaba la chistera y hacía una reverencia hacia el público. Capa y chistera se posaron suavemente en el suelo del escenario no quedando rastro alguno del mago.

Instantes después el mago entraba por la puerta de su camerino y con cierta sorpresa observó que sentado en la silla frente al espejo se encontraba un niño de unos nueve años de edad que, mientras sonreía al espejo, se quitaba y ponía una de sus chisteras.

-Hola, dijo el mago, -¿A quién tengo el placer de conocer?, continuó. -Me llamo Tomás, dijo el joven, mientras se giraba hacia él, -¿Eres tú el Gran Mago Karlos?-Dejémoslo en Karlos, respondió el mago, -Lo de Gran Mago que se quede en el escenario, -¿A qué debo el placer de tu visita?, preguntó Karlos mientras se sentaba cerca del muchacho. -Verás Karlos, yo quiero ser un mago como tú y conocer todos los secretos de la magia, dijo muy serio Tomás. -¡Ajá!, exclamó el mago con una gran sonrisa, -Verás el gran secreto de la magia es el amor: el amor por las cosas bellas, por la ilusión, por la imaginación, por el público, por todo lo que hagas en el escenario. Lo que me lleva a contarte mi gran amor. El mayor y más puro amor que existe es... el amor de una madre hacia su hijo. Yo he tenido la inmensa suerte de tener una madre que me amaba por encima de todo, incondicionalmente, de forma pura y desinteresada, como sólo puede hacerlo una madre. He tenido innumerables muestras de ese amor, todos y cada uno de mis días, pero ahora, al verte aquí, recuerdo especialmente una noche que, teniendo aproximadamente tu edad, me llevó a un espectáculo de magia, como tantas otras veces hizo antes y después de aquella ocasión, Markoos se llamaba el mago. Habló con él y el mago se me acerco y me dijo si me gustaría ser su ayudante aquella noche. Lo que sentí durante todo el espectáculo fue maravilloso, con cada truco, con las veces que ayudé al mago, con las miradas de mi madre... con cada cosa que ocurrió aquella noche fue creciendo en mí el amor a la magia. Desde entonces he practicado miles de horas e inventado cientos de trucos, hasta llegar a lo que ahora soy y todo, absolutamente todo, se lo debo a ese gran amor que es mi madre. Ama a tus seres queridos, a tus amigos a la gente que te rodea y a la magia, pero, sobre todo, ama a tu madre... tú y yo hablaremos a menudo, te enseñaré trucos y mucha magia, pero ahora ve, que tu familia debe estar preocupada con tu ausencia.

El pequeño Tomás se levantó y le dio un gran abrazo a Karlos, cuando llegó a la puerta se giró y le miró, como sólo puede hacerlo un niño con una tremenda ilusión.

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