jueves, 30 de enero de 2014

¿Qué árbol eres?

Dando un corto paseo me he fijado en unos árboles que han llamado mi atención. Por un lado, aún no se han despojado de todas las hojas, quedando una parte de ellas colgando aún de las ramas, a pesar de estar totalmente secas; por otro lado, resulta curioso observar que estos árboles ya están preparados para la primavera, tienen las yemas, de donde saldrán las nuevas hojas, en pleno esplendor, que, a poco que se dulcifiquen las temperaturas, brotarán muy pronto, aún en invierno.

Esto me ha llevado a divagar en la similitud de comportamiento que tenemos con los árboles. Sin hacer un gran esfuerzo de imaginación podríamos dividir, de igual manera que a los árboles, a los que nos rodean en personas de emociones perennes o personas de emociones caducas.

Las personas de emociones perennes también mudan, cambian o se transforman, pero de un modo más lento, progresivo y controlado; por el contrario, las personas con emociones caducas son más viscerales, intensas y, hasta cierto punto, apasionadas, sufren transformaciones rápidas, ya sea con estados de ánimo muy alegres con todas sus hojas o con estados de ánimo afligidos con las ramas desnudas de hojas con las que hacer su fotosíntesis.

Todo lo anterior me lleva a deciros, a aquellos que están soportando un duro invierno, que, por muy mal que lo estés pasando, por muy perdido que te encuentres, por muy falto de fuerza o motivación que creas estar, siempre llega la primavera, no desfallezcas y te abandones, prepara tus yemas, que tu primavera está a la vuelta de la esquina.

Si eres almendro tus flores de amor serán las primeras, si eres naranjo tus flores de ilusión con aroma a azahar lo impregnará todo, si eres sauce tu bello porte adornará el entorno, si eres arce tus sámaras, al desprenderse, girarán movidas por el viento esparciendo muy lejos tus semillas… Ya seas manzano, peral, roble, castaño, cerezo… prepárate, llegará tu primavera.



Paqui, yo lo tengo muy claro hace años, tu eres un Tamarindo: hoja perenne, gran porte, clima muy cálido, le encanta el sol directo, poco exigente con el suelo, copa compacta y redondeada, flores amarillas y rojas y los frutos... una maravilla... el fruto joven es ácido, pero de una acidez que transporta al paladar a goces africanos y cuando el fruto es maduro es de dulzor extremo, nada empalagoso, casi parece néctar de ninfas. Resumiendo... Como te llevo diciendo mucho tiempo... Belleza tropical, salvaje, intensa y un placer para aquellos que sepan apreciar las maravillas extremas.


Mayte, eres una persona muy especial y exótica y, para ti, qué mejor árbol que el Granado. Es un árbol que proviene de clima tropical, se adapta con facilidad a muchos terrenos y, aunque los prefiere húmedos, por su gran resistencia aguanta periodos de sequía. Resulta difícil verlos en soledad, ya que, por la gran cantidad de semillas que contiene su fruto, suele vérsele en grupos compactos. Su estructura es muy bella, hermoso a la vista, por lo que se utiliza mucho como árbol ornamental, pero, por encima de esto, destaca por su fruto, que dispone de una de las cáscaras más fuertes que hay, no permitiendo el acceso a las semillas mientras no hayan madurado. Cuando esto ocurre, pone a disposición del mundo uno de los más exquisitos manjares con el que nos podemos deleitar. Las pulposas semillas parecen pequeños rubíes, su vibrante color rojo nos atrae y, una vez en nuestra boca, su sabor agridulce nos recuerda la frescura de una mañana primaveral, un absoluto goce para nuestros sentidos, pero si por goloso te excedes y masticas las diminutas semillas el amargor te inundará. Aquel que pueda poner un granado en su vida y no lo haga estará condenado a una búsqueda de otro árbol que difícilmente cumplirá con sus expectativas.


Veo a Paz Amor Fiesta y veo un naranjo, veo un naranjo y siento a Paz Amor Fiesta. Por cotidiano en nuestras vidas nada os voy a contar que no sepáis del naranjo, por eso os hablaré de sentimientos evocadores que me produce su presencia.

El naranjo es evocación de nuestra querida tierra levantina o andaluza y, aunque lo tenemos en otras regiones, allí se produce en todo su esplendor, me habla de sentimiento patrio y mediterráneo, de las cosas más bellas de nuestra tierra. Ya sea en Valencia, Castellón o Almería, Granada o Huelva… sus tierras en flor o cargadas de fruto son como aliento fresco al corazón, pero si de corazón hablamos a Sevilla nos acercamos, en la madrugá el aroma de azahar que tó lo despierta saluda a la reina, a la que llaman Macarena, símbolo de inspiración y devoción.

El naranjo en flor es una sonrisa de esperanza, unos ojos que te miran y una promesa de grandes y apetitosos frutos; el aroma embriagador, casi místico, te envuelve y te habla de infancia y adolescencia, de ilusión y de pasión; espíritu reservado, casi inadvertido, está pero no destaca, destaca y asombra, asombra y perdura.

  
Querida Julia, lamento discrepar con tu elección, primero porque tú no eres un arbusto y el madroño lo es, segundo porque no eres de hoja perenne y, finalmente, porque sus frutos apenas son apreciados por su escaso uso (básicamente para hacer licores por el contenido alcohólico de sus semillas) y si no es en cantidades muy moderadas dan dolor de cabeza… va a ser que no.

Para mí eres un cerezo: árbol de gran porte, fuste recto, corteza lisa, amplia copa… Destaca sobre otros árboles por dos cosas: su floración y sus frutos.

La floración es de las más espectaculares que podemos encontrar en la naturaleza (quién no haya estado en el Valle del Jerte no ha visto cosa igual en su vida), hasta tal punto que en Japón es símbolo nacional celebrado en la fiesta anual Hanami, dirigiéndose todo el mundo a los parques y compartiendo con familiares y amigos ese momento de belleza único. La foto que acompaña a esta publicación es de allí y ese árbol que muestro bien podías ser tú, Julia, con tu familia y amigos alrededor de ti.

Y qué decir de tus frutos: bellos, atrayentes, dulces… cuando das nadie puede resistirse a probarlos.

Tu primavera está muy cerca y será, a buen seguro, espectacular. 

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