martes, 15 de julio de 2014

El despistado Juan

Hola, me llamo Juan y soy una persona normal, con cosas buenas y otras no tanto, pero, sobre todo, algo despistado. Nada del otro mundo, desde mi punto de vista, pero para aquellos que me rodean lo soy y mucho.

Podría contaros el día que paseando al perro recogí su caca pero, por despiste, lo hice sin bolsa. Cuando me di cuenta ya era tarde y no tuve otro remedio que echarla así a la papelera, limpiarme la mano con un pañuelo y buscar una fuente donde lavarla. Lo peor fue que al regresar llamé al perro y no volvía, hasta que me percaté que el perro hacía días que no había regresado y que llevaba varias mañanas sacando la correa a pasear, recogiendo la mierda de otros perros.

Quizás os riais cuando os cuente que, de vez en cuando, al llegar en el tren de cercanías después del trabajo y al ir a coger el coche para regresar a casa, me doy cuenta de que ese día he ido al trabajo en coche porque ya iba tarde, así que no me queda otro remedio que coger otra vez el tren, regresar al trabajo y volver a casa en mi coche; eso si no me ocurre, esporádicamente, que no lo encuentre y tenga que volver en tren, hasta que dos o tres días después recuerde dónde está aparcado.

Es seguro que ya os parecerá excesivo si os cuento la de veces que he ido a trabajar en sábado o domingo, encontrándome solo en mi puesto de trabajo y cuando, tras unas horas, me doy cuenta por la fecha del ordenador o por el almanaque de la pared de que no es día laborable, recojo mis cosas y salgo por la puerta, aguantando las risas del vigilante que ya no me dice nada al entrar, pero que se parte el culo cuando me ve salir.

Hace mucho tiempo desistí de comprar comida y como a diario en algún bar, ya que si no me dejaba las bolsas en el super, alguna se quedaba donde había aparcado el coche o en el ascensor, quizás llegaba con la compra íntegra, pero todo se me caducaba o estropeaba, si cocinaba me dejaba el fuego encendido hasta que el aceite humeaba u olía a quemado por toda la casa.

En cuanto a tener pareja o familia, hace tiempo que me hice el firme propósito de ni intentarlo. Pocas mujeres aguantan más allá de unos días el que no recuerde que tengo que llamarlas o que sea imposible que me acuerde dónde viven, las más se enfadan rápido cuando se dan cuenta que ni su nombre sé. El terror que me provoca pensar en tener un hijo es supremo, lo podría dejar olvidado en cualquier parte, no me acordaría siempre de darle de comer o cambiarle.

Diréis, como mis amigos, que por qué no apunto las cosas. Os respondería que lo hago a menudo, pero que tengo el problema que luego no recuerdo en que lugar he dejado la libreta o el papel donde apunté lo que tenía que hacer o recordar.

Así que, podéis llamarme Juan, pero no me enfadaré si me llamáis el “Despistado” Juan, como lo hacen mis amigos y conocidos… Creo que algunos me quedan, pero no lo recuerdo bien.


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