jueves, 3 de julio de 2014

La tormenta

Vuelvo a casa en el tren de cercanías y, llegando a Alcalá, observo a través de la ventanilla el fabuloso espectáculo que me ofrece la naturaleza. Una gran tormenta descarga con pavoroso esplendor sobre los Cerros, casi parece que el cielo se va a desplomar allí.

Imagino a esas nubes descargar lluvias torrenciales sobre el baldío, cortados, laderas y vaguadas de los Cerros y cómo se forman torrenteras que arrasan todo a su paso, arrastrando arcillas, calizas, yesos y margas, modificando los barrancos y cincelando los abruptos cortados, de nuevo, como ha venido ocurriendo durante milenios.

Hoy, una vez más, un alma angustiada se ha cruzado en mi camino. Durante su existencia, al igual que los Cerros, ha recibido lluvias torrenciales de emociones incontroladas que han cincelado su carácter y que han horadado cada uno de los aspectos que conforman su personalidad. Tras horas de una intensa y agotadora lucha he conseguido que se enfrente a su reflejo, que se produzca la catarsis necesaria para el reconocimiento de su orografía e inicie el arduo camino que le espera hasta conseguir aceptarse, quererse y transmitir “¡yo soy así!”. El resto de nosotros, a su alrededor, podremos contemplar otro único y maravilloso paisaje en armonía.

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