miércoles, 9 de julio de 2014

Querer, Enamorarse, Amar

Para hablar de estas tres cuestiones, tan distintas y tan iguales, que no sabemos dónde empieza una y dónde acaba la otra, lo voy a hacer desde el “corazón”, dejando de lado la bioquímica o la psicología, por tanto, desde la experiencia personal.

Vaya por delante que quiero a muchas personas, amo o siento amor por unas pocas y quiero, estoy enamorado y amo a una sola. Así que, como podéis comprobar, considero al enamoramiento como la bisagra sobre la que giran las otras dos y que el sentimiento perfecto es aquel que engloba a los tres.

Se puede querer y amar a muchas personas, empezando por los hijos, padres y demás familiares y, siguiendo, con los amigos, pero estos tipos de querer o amar no son el objeto de lo que quiero tratar, así que me circunscribiré a lo que podemos sentir hacia aquellos que queremos que sean o que son nuestra pareja, sea ésta del sexo contrario o del mismo.

Querer a otra persona comporta el sentirnos a gusto a su lado, con una cierta dosis de atracción o afinidad física, intelectual y emocional, desarrollando hacia ella afecto, compasión y apego. Cuando se quiere deseamos dar y recibir: cariño, estímulos intelectuales, caricias, placer… Querer, sin más, es un sentimiento pausado, no excesivamente comprometido, pero que nos puede aportar mucha felicidad. Nos puede ocurrir que el sentimiento sea o no correspondido, tanto si mantenemos una relación con esta persona o, también, que no hayamos conseguido atraer su atención y se convierta en algo platónico, que tendemos a denominar amor, pero, en realidad, no puede llegar a esa categoría porque de atesorarlo en la intimidad lo desvirtuamos.

Amar significa querer con gran intensidad, es un sentimiento que se basa en la atracción y en una buena dosis de admiración, entra mucho en juego el romanticismo, la pasión y la incondicionalidad. Cuando amamos nos sentimos más plenos que cuando solo queremos, nos vincula de una forma más integral con la persona amada, se acrecienta el sentimiento de posesión y de pertenencia, la complicidad integra, el deseo ferviente de estar al lado del otro ilusiona, el tiempo parece ir más despacio en su ausencia y más rápido a su lado.

Estar enamorado es amor en estado puro, energía primigenia del universo que te hace fluir por la vida como si nada más que la persona amada importara, dándote vitalidad y alegría continua. Piensas, sueñas, comes, duermes, trabajas, corres o saltas… con la persona amada en la mente, se convierte en una obsesión que, si no es controlada adecuadamente, te puede desbordar.

Al enamoramiento, y también al amor, muchos le ponen fecha de caducidad, contabilizándolo en meses o unos pocos años, considerándolo sólo el paso previo o inicial del amor, que si no fructifica, porque la excesiva idealización del otro nos ha cegado y llega el momento en el que descubrimos que, en realidad, no es la persona que creíamos, no dará paso a un verdadero, sincero y duradero amor. Pero si esa idealización de la persona amada es reflexiva, voluntaria, aceptada y comprendida, el enamoramiento es duradero y se mantiene mientras esa pareja tenga ilusión, no dejen de sentir mariposas en el estómago y no pierdan nunca de vista las cosas importantes de la vida en pareja.

De una forma más gráfica, os pongo en una situación cotidiana. Imaginad que la tarde declina con los últimos rayos de sol y llegas a casa de la persona amada, te sientas en una silla en la cocina y, después de unos instantes de saludos, la miras como se mira a una diosa y a la persona que ocupa tu ser y tus sentidos, le hablas de su belleza, gracia o armonía, y la preguntas por cómo le ha ido el día; entonces, entrelazas las manos bajo la barbilla y la escuchas, como se escuchan las cosas importantes de la vida, porque su sentir, su bienestar, sus miedos o temores, sus frustraciones, sus alegrías… son para ti lo más importante, cada instante de su vida es una gota en la tuya, si ella es feliz tu lo eres, si sufre tienes que compartir su dolor y paliarlo en la medida de tus posibilidades, si está cansada con la mirada la tienes que transmitir serenidad, pasión y dedicación, y esa comunión, ese sentirse uno con el otro, arropado, protegido, querido, amado… la seguirá encandilando y te encandilará ella a ti.

Como visión particular que es no quiero en modo alguno sentar cátedra, ni dar lecciones a nadie, cada uno somos distintos y los avatares de la vida diaria conforman realidades distintas, simplemente quiero transmitir que querer, enamorarse y amar, a pesar de ser cosas distintas, forman una comunión alcanzable por cualquiera si nos olvidamos de nosotros mismos y pensamos, tanto como podamos, en la persona que amamos. El amor es, en último término, pensar y actuar, a diario, por y para el otro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario